jueves, abril 12, 2007

En el autobús

Me gusta la lluvia, pero acabo de salir de prácticas y no me apetece llegar a casa del niño al que le doy clase empapado y cansado, así que desecho la opción de ir caminando y cojo el autobús. No es la elección que más me place pero a falta de pan buenas son tortas. El trayecto es largo ya que mi destino es la penúltima parada de mi medio de locomoción. Los autobuses que van a la universidad salen de allí infestados de estudiantes que regresan a su casa, tanta gente en tan poco espacio me agobia. Por tanto, y ante la perspectiva de un ritmo lento, decido sentarme atrás y leer el último libro que ha caído en mis manos.


Estoy absorto en la lectura, pero de cuando en cuando, levanto la cabeza para no marearme ya que pese a la velocidad parsimoniosa del vehículo soy bastante sensible al movimieno. Al observar a los viajeros me doy cuenta de que van vestidos como el día, los tonos de sus ropas son grises, marrones y negros; todos colores oscuros que llegan incluso a teñir sus caras. Vuelvo a meterme dentro de las páginas y al cabo de unos minutos noto un roce en la pierna, es una niña de unos siete años que se ha sentado a mi lado. La miro por el rabillo del ojo y veo como observa mi libro y luego a mí con el atrevimiento y la inocencia que solo los niños pueden combinar. Levanto la cabeza y le sonrío, pero parece ser vergonzosa y se va con su madre que se ha sentado justo delante. Vuelvo a los cuentos del libro.


Media hora después estoy cerca de mi parada, guardo el libro y me pica la curiosidad de ver quién sube puesto que por aquí conozco a bastante gente. Entre los oscuros colores de los pasajeros veo como aparece una chica con el pelo rojo que se abre paso entre el enjambre de gente mientras intenta mantener el equilibrio. Lleva al hombro un instrumento musical, por la funda parece ser una guitarra o un violonchelo, la verdad es que no lo sé, pero con ese peso a la espalda se mueve ágil y liviana entre la masa. Su cara es redondita aunque atractiva, pero lo que más me llama la atención es como su clara piel resplandece dentro del autobús y destaca iluminado los tonos apagados de las vestimentas. Bajo en la siguiente parada y no puedo evitar mirar sus ojos verdes rodeados de pecas que resaltan entre sus rasgos nórdicos. Ha dejado de llover.


Dicen que los ángeles son seres celestiales capaces de iluminar hasta el más oscuro de los rincones con su sola presencia. Después de todo, quizá sea cierto que existen.

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