domingo, julio 31, 2011

Fiestas

Dudando, voy o no voy. Me voy a encontrar con situaciones, con momentos y lo peor de todo, con sentimientos ya vividos que no he olvidado y que a buen seguro harán daño por lo dulce del recuerdo y lo amargo de lo irrepetible. Venga, no voy, les digo que no puedo, que es superior a mí, que tengo gastroenteritis o cualquier otra excusa peregrina que se me pase por la cabeza.

Pero ¿cómo no voy a ir? Adolfo me dijo que si no iba, venía él a buscarme. ¿Cómo les voy a dejar tirados cuando he dado mi palabra? Además a ellos les hace ilusión y en el fondo a mí también, ya estoy tan integrado en el pueblo que no puedo faltar. Venga pues voy, se acabó, hago la maleta y me piro ¿qué me puede pasar, que lo pase mal por un rato? Seguro que el resto, lo paso bien. Ya... pero vaya rato más malo...puf!!

Suena el teléfono "Ah, ¿al final tú también vas? Pues entonces genial, porque no quería verme sólo en según que momentos, vale tío, nos vemos allí"

Definitivamente voy, las fiestas de San Leonardo me esperan, y con ellas la peña de la que soy hijo adoptivo y la gente más maravillosa que he conocido en mucho tiempo. Mil euros en bebida, de los cuales hay gastados en cerveza, aproximadamente, los mismo que para aumentar el caudal del Ebro en varios metros cúbicos por segundo. Comida como para alimentar a un regimiento entero y amigos, ¿qué más se puede pedir?

El día del pregón ya me doy cuenta de que mis dudas son infundadas y que rodeado de esta gente es imposible pasarlo mal. Tras la comida, los pocos rezagados que aún no han llegado van poco a poco apareciendo enfundados con el atuedo rojo y gris propio de la peña. Los copazos empiezan a correr por nuestras venas y entre anuncios de boda y divorcios anunciados llega la verbena, y la prolongación de las risas que ya se habían iniciado antes incluso de empezar a comer.

Los días van pasando, pero el cansancio no parece hacer mella. Pese a las reducidas horas de asueto y estados de sueño-vigilia el personal se mantiene fresco y dispuesto a pasárselo bien. Las penas desaparecen por momentos, en una comarca que se está viendo sacudida por noticias poco alagüeñas día sí y día también. Pero de eso no se habla, estamos en fiestas y no se toca el tema, hay que saber cuando es el momento y éste, desde luego, no lo es. Bailes frenéticos, sesiones de estiramientos en mitad de la plaza, cantajuegos con la garganta rota, disfraces horteras y mucho cachondeo son el bálsamo perfecto para todos los males, eso sí, siempre en buena compañía.

El último día, y pese a mis intentos frustrados de no caer, al final caigo y me pongo ñoño. Es increíble como un pueblo al que me destinaron hace un par de años como un destierro al más cruel y lejano de los infiernos, se ha convertido en un paraíso en la tierra, dónde gracias a personas como las de la foto he comprendido que la felicidad es alcanzable y mucho más simple de lo que pensaba.

P.D. Cómo decían en una película que ví recientemente ("Un buen año", para más señas): Es inevitable perder alguna vez, lo verdaderamente importante es no acostumbrerse a ello. A lo cual yo añado: y también hay que saber ganar y disfrutar de la victoria.

Os dejo con una de las canciones de la peli a la que me refería antes: http://www.youtube.com/watch?v=noT_Cbo2mRw

lunes, julio 18, 2011

Despedida y cierre de Doctor Mateo

Se acabó, ayer dieron carpetazo a la serie Doctor Mateo en Antena 3.

A muchos os parecería una serie muy simplona, con diálogos y tramas facilonas que no tenían ningún giro de guión espectacular. Totalmente estereotipada en muchos de los personajes que aparecen como el cacique, la maestra, el cura o los jubilados del pueblo. Un refrito de otras series extranjeras como Doc Martin y Doctor en Alaska, pero que por el simple hecho de ser española ya es peor que ellas.

A otros os parecería una serie blanca, con personajes típicos y tópicos que no decían palabrotas, que no enseñaban demasiada carne, y con la que se podía pasar un rato agradable y en familia. En la que no hay disparos, ni asesinatos en los que la sangre sea un elemento cotidiano al que acostumbrarse como si fuese algo común. Una serie localizada en un pueblo asturiano llamado San Martín del Sella agraciado con unos paisajes idílicos que merece la pena ver, aunque sea sólamente por disfrutarlos.

Precisamente esos paisajes fueron los que me engancharon para comenzar a verla hace ya unos años, pero para mí esta serie ha sido mucho más. Le tengo un afecto especial porque en algunos momentos me he sentido, un poco, como el protagonista.

Hace dos años me fui a vivir solo por primera vez en mi vida, sin compañeros de piso ni nada que se le pareciera. Un nuevo comienzo en un pueblo pequeño, de montaña rodeado de paisajes verdes por todos lados, y en el que por mi forma de vertir me veía un poco raro, ya que para ir a dar clase procuro ir medianamente arreglado. Sin embargo, el frío y los trabajos que desempeña la gente en ese pueblo hacen que los pantalones multibolsillo y las botas de montaña, junto con forros polares o jerséis de lana sean la indumentaria habitual. A eso hay que sumarle que yo era el extranjero con lo cual era como un bicho raro (os suena)

Todavía recuerdo un día de otoño en el que fui al banco a pagar el alquiler de la casa. Llovía a cántaros y mientras caminaba oyendo como las gotas golpeaban mi paraguas, un perro se puso a mi vera y me aompañó hasta el banco y luego al instituto. Por más que le decía que se fuera no me hacía caso y yo me reía pensando en que me pasaba igual que en la serie.

Poco a poco me fui integrando en la vida de San Leonardo como el profe de biología e incluso me enamoré, aunque no de una chica autóctona y por supuesto no tuve el mismo final que en la serie, eso solo debe pasar en la ficción. Tanto me integré en el pueblo que me quedé a vivir un año más, pese a que tenía que coger el coche todos los días para ir al trabajo y todavía hoy es el día en el que preparo morcillas y cecina para llevar a las fiestas que son esta semana.

En fin, como véis, para mí la serie es muy especial y me da pena que se haya acabado, aunque entiendo que debía ser así. Una serie como Doctor Mateo parece no tener cabida en una parrilla televisiva abarrotada de programas del corazón en los que la más diversa gentuza se despelleja por cuatro duros, realities que sacan lo peor de cada participante y series cargadas de violencia y excesos.

PD San Martín del Sella es en realidad un pueblecito asturiano llamado Lastres que merece la pena visitar y que tuve el privilegio de contemplar este verano. Recorrer algunos de los escenarios de la serie me hizo vivir momentos casi mágicos.

http://www.youtube.com/watch?v=R4N7demyBnU

martes, julio 05, 2011

El docente y el cañón

No estaba siendo la mejor semana para el profesor, a decir verdad, el mes no había sido como para tirar cohetes. La rampa de la vida se había puesto muy empinada en los últimos tiempos y subirla se tornaba una tarea harto complicada. Los pequeños pasos diarios parecían no servir para avanzar en la ascensión e incluso, muchos de ellos le hacían retroceder cual vulgar crustáceo.

Llegado a este nivel de dureza y esfuerzo hay una clave que todo buen alpinista conoce, y es que las montañas no se suben solamente con las piernas, sino que la cabeza juega un papel tan importante como la musculatura, e incluso, en algunas ocasiones, más. El problema es que la fortaleza mental del docente era precisamente su punto débil. Todo se había desmoronado como un castillo de naipes construído por un crío tembloroso.

El profesor siempre se había refugiado en su trabajo para tomar fuerzas e impulso y así poder avanzar en la rampa, pero ésta vez no podía hacerlo. Las clases, el instituto y los compañeros (salvo raras excepciones) se habían convertido mas que en un refugio, en una trampa para grandes carnívoros. Las afiladas lanzas, fabricadas con madera de haya, se le clavaban en el costado y le costaba respirar. Escapar de allí era lo único en lo que pensaba, pero el fin de curso se le antojaba muy lejano ya que además del dolor punzante de la apatía ante el trabajo realizado, tenía la sensación de haberse convertido en algo que nunca deseó al meter la cabeza en esta profesión, era un jornalero de la educación.

Llegar a casa, hogar dulce hogar, era aún peor. Los recuerdos se agolpaban en cada rincón de las diversas estancias y quedar con los amigos no mejoraba la situación, puesto que las miradas de compunción se sucedían una tras otra, junto con el inevitable interrogatorio acerca del estado de ánimo. A lo cual, el docente siempre contestaba de la misma manera: "bien, bien". ¿Para qué dar más explicaciones?

Así en medio de una rampa que no conseguía ascender, con muy poquita energía en el cuerpo, el docente decidió explotar de la forma menos ruidosa posible. Tomó su bicicleta nueva y se fue sin rumbo, hasta donde las piernas y el dolor le llevasen. Anduvo largo rato, al principio los músculos entumecidos no respondían como a él le hubiera gustado, pero poco a poco fueron entrando en calor y cada pedalada era más liviana que la anterior. Subió un puertecito y luego, sin darse cuenta se encontró observando el Cañón del río Lobos desde lo alto.

La vista era magnífica, paredes de cientos de metros se hundían a sus pies y ante tal espectáculo geológico, se sintió pequeño, tanto que sus problemas también se lo parecieron. Entonces, después de unos minutos de contemplación, apreciando el vuelo de alimoches y buitres leonados, esbozó una sonrisa, algo que llevaba mucho tiempo sin hacer. Volvió a subirse a la bicicleta y descendió para ver el espectáculo desde otra perspectiva.
Al introducirse en el Cañón y verse sólo ante aquel monumento, se sintió casi como un profanador de tumbas en busca de una tesoro perdido, y vaya si lo encontró. La magnificencia de aquel paisaje le traspasó el cuerpo, se sintió aún más pequeño, minúsculo. Notó como aquel entrono le acogía en su seno y sintió la necesidad de sentarse, se sentía abrumado delante de tal belleza. Necesitaba sacar de sus adentros la carga que llevaba demasiado tiempo arrastrando. Tratando de relajarse aún más se tumbó y así, mirando el cielo cubierto de nubes de tormenta enmarcadas por las paredes de caliza, gritó y mantuvo el alarido hasta que este se ahogó en su garganta por la falta de aire en los pulmones. Los el eco se dispersó en los recodos del Canón y sintió como éste se encargaba de absoberlo.

De vuelta a casa, ya liberado, las nubes cumplieron su amenaza de lluvia y descargaron un aguacero que terminó de limpiar al docente. No había sido la mejor semana de su vida, y estaba seguro de que la cosa no mejoraría en bastante tiempo, pero al menos ahora se sentía libre de energías negativas.

Parece que la leyenda era cierta y el Cañón del río Lobos es realmente un sitio mágico
http://www.youtube.com/watch?v=WKWLCIBt9Jc&feature=related