miércoles, agosto 15, 2012

Mares azules y verdes

Dicen mis primos de Coruña que no pueden vivir sin el mar. Cuando pasan una temporada lejos de su Atlántico gallego sienten la necesidad de volver, de darse un paseo por la costa respirando el aroma que desprende el profundo azul y sintiendo en la piel el salitre arrastrado por el viento. Me los imagino disfrutando del maravilloso espectáculo de las olas rompiendo contra la roca que trata de resistir sus embates como buenamente puede, o del de los delfines y marsopas saltando en aguas abiertas.

Tienen alma marinera mis primos, se han comprado un barquito con los pocos ahorros que han juntado y aunque no todos son propietarios de tan magna adquisición, la generosidad familiar hace que los disfruten en amor y compañía. Le encanta salir a pescar, bien sea con caña o buceando, a darse un baño o simplemente a contemplar la belleza de su ciudad desde el mar.

Me cuentan todas estas cosas al calor de una jarra de cerveza en una terracita de verano que pone su mirada en el mar. La luz del atardecer ilumina nuestros ojos y el momento se convierte en algo mágico. Entonces me acuerdo de otro momento mágico para mí que tiene que ver con otro mar, el de Castilla. Y les relato el acontecimiento de la manera que sigue:

Amanece en un punto disperso en la tierra de Campos, entre las localidades de Sahagún y Grajal. El fresco de la mañana primaveral se hace notar en el cuerpo y especialmente en los ojos que lloran golpeados por un viento impetuoso. Mi cometido es censar aves para un futuro estudio en la uiversidad de León aunque tampoco le hago ascos a conejos, liebres, corzos y jabalís (si es que aparecen en los transectos)

Equipado con los prismáticos y la libreta recorro los caminos agrícolas entre parcelas interminables de cebada y trigo. Mire donde mire, el verde lo inunda todo como si de un océano vegetal se tratase. El sol poco a poco va tomando altura y cada vez calienta más, pero el viento sigue soplando aunque ya con menor intensidad. A su vez los pájaros reducen la frecuencia de sus trinos, ya que su máxima actividad es a primera hora de la mañana. 

Poco a poco llego al final de mi jornada, guardo los bártulos en la mochila y saco el bocata. La última posta de mi recorrido está situada en lo alto de una pequeña loma y desde allí el paisaje es espectacular. Los campos de cereal se extienden más allá de donde alcanza la vista y las verdes espigas son mecidas por el viento en un baile sensual. Un par de calandrias realizan su vuelo nupcial y me quedo embobado viendo la alegría y perfección de su aleteo sobre el verde mar. Porque eso es lo que es la tierra de Campos en primavera un océano verde, con marineros y leyendas de sirenas. y si no lo creéis escuchad esto: http://www.youtube.com/watch?v=f5Qr9xJ5M_g