lunes, octubre 22, 2012

Otoñá

Los que me seguís a menudo, ya sabréis que mi época favorita del año es esta que acaba de empezar. El otoño es la explosión de colorido de la naturaleza, siempre a la sombra de la primavera, ,ucho más floral y alegre. El otoño siempre se viste de melancolía y de cierta tristeza, los días lluviosos y la caída de las hojas invitan a ello. Sin embargo es una época asombrosa para salir al monte y disfrutar de las múltiples opciones que nos ofrece. Dos de ellas son las que os relato aquí y os propongo que hagáis.

La primera opción es la de dar un paseo, simplemente un paseo por cualquier paraje arbolado que os quede cerca de casa y si es con buena compañía mejor que mejor. En mi caso el paseo fue por el entorno de Pardomino, al lado del pantano del Porma, en la provincia de León. La compañía fue más que grata mis dos grandes amigos Beto y Álvaro que esta vez hacía de guía por ser él el máximo conocedor de la zona. 
El solecito otoñal brillaba en lo alto y pese a que no calentaba excesivamente, la temperatura era idónea para la caminata. La ruta escogida no tenía desniveles muy fuertes y permitía disfrutar del monte en el que es a mi juicio, su punto álgido. Los álamos de la ribera del arroyo que remontábamos al principio ya tenían las hojas prácticamente amarillas y contrastaban con el verde intenso de los robles, que en la ladera de solana se resistían a aceptar el cambio de estación. En la umbría las hayas empezaban a reabsorber la clorofila y tornaban sus frondes a tonos más ocres, mientras que algunos arces surgían al paso con sus intensos tonos rojizos.
El simple hecho de caminar por un entorno natural y olvidarse por un rato del estrés de la vida cotidiana y del ruido y los problemas de la ciudad merece la pena. Si encima te acompañan dos amigos de esos que se cuentan con los dedos de una mano, con los que compartir bocata y conversación, ni os cuento la satisfacción que podéis llegar a alcanzar.

La segunda opción requiere un poco más de material y preparación, concretamente una navaja, una cesta (de mimbre a ser posible) y conocimientos básicos de micología (o en su defecto la compañía de alguien que sí que los tenga)
Salir a por setas aúna todos los encantos del otoño. El paseo por el monte es obligado como es normal, aunque he de reconocer que al tener que ir mirando para el suelo no lo disfruto tanto como en la opción anterior. En cualquier caso volvemos a ir a un entorno en el que olvidarnos de todo y además con la posibilidad de traernos la cena a casa. 
El momento en el que encuentras el primer boleto o el primer níscalo es ciertamente gratificante, ya que, en ocasiones parece que se resisten a aparecer y empieza a planear la sombra del abandono de la tarea de recolección. Pero en cuanto la vista se acomoda a la búsqueda, ésta suele ser próspera y fructífera. En mi caso dicha búsqueda tuvo lugar un miércoles horribilis de esos en que los alumnos parecen especialmente cansinos y el cuerpo no te responde como quisieras. Sin mucho convencimiento y tentado por dos colegas del pueblo en el que trabajo, iniciamos la labor. Al encontrar una seta, sin querer gritas para que tus colegas se hagan partícipes de tu alegría y cuando ellos encuentran algo comparten su emoción contigo generándose así un círculo de positividad perfecto. 
Cuando tras unas tres horas de caminata las cestas estan llenas de Boletus edulis te vas satisfecho y con energías renovadas. La perfección la alcancé cuando oí la berrea de los ciervos en vivo y en directo cuando ya nos recogíamos. Los berridos de los machos, motivados por la enorme descarga hormonal que sufren en esta época, resonaban en las laderas y me hacían sentir en armonía con la naturaleza. 

Espero haberos motivado a salir al campo a disfrutar del otoño, mi intención hoy no es otra que invitaros a hacer algo que a mí me apasiona y que además es gratis.

P.D. No quiero ni contaros lo ricos que estaban los Boletus, parece que cuando los coge uno mismo están más sabrosos.


Hoy esta que también me inspira positividad: http://www.youtube.com/watch?v=SHoHIL2ABVQ

sábado, octubre 13, 2012

Inferioridad histórica

Me sorprende que conozcamos más sobre la historia de otros países que de la del nuestro propio. Ambas las hemos estudiado en el colegio, pero no sé porqué casi nadie recuerda acontecimientos como el Concilio de Constanza en el que surge la nación española, o la guerra de sucesión española que acabó con el reinado de la dinastía de los austrias e instauró el de los borbones. Por no hablar del estado liberal español, de las guerras carlistas o de la revolución de 1868. Sin embargo, rápidamente vienen a nuestra memoria imágenes de la toma de la Bastilla, del reinado de Enrique VIII y sus amooríos, o de la guerra de secesión norteamericana.

Supongo, que este hecho se debe, al menos en parte, a que somos un país con un complejo de inferioridad enorme con respecto a los de la Vieja Europa (ni que decir tiene que con respecto a los Estados Unidos también) Todo lo que viene allende nuestras fronteras nos parace maravilloso y se nos hace el culo gaseosa con el renacimiento italiano, la ilustración francesa o los dimes y diretes de la guerra fría, pero no nos damos cuenta que nosotros, los españolitos bajitos y morenos (así nos vemos los demás) fuimos los amos del mundo durante más de 300 años. El imperio español se extendía por América, África, Oceanía e incluso una pequeña parte de Asia y se decía que en e´l nunca se ponía el sol.

Pero a mí la parte que más me gusta de la historia de España es la Edad Media. Un periodo en el que es esta pequeña península confluían tres culturas de notoria relevancia en la historia mundial. Tres culturas, con sus idiosincrasias particulares y sus aportaciones al enriquecimiento de éste que es  hoy nuestro país. Árabes, judios y cristianos convivieron y lucharon durante más de ocho siglos aquí y parece que todo se ha quedado en un lugar muy recóndito de nuestro acervo histórico. La invasión de los omeyas y la fundacion del califato de Córdoba, el incio de la reconquista en Covadonga con don Pelayo a la cabeza, las guerras internas entre los reinos cristianos reconquistados o la disolución del califato en taifas son hechos fundamentales de esa época turbulenta. 

De lo que sí nos acordamos todos es del final de la Reconquista con la toma de Granada bajo el mandato de los Reyes Católicos, pero a buen seguro casi nadie sabe nada de como dos figuras tan importantes como Isabel y Fernado llegaron a unir sus reinos y a unificar a España para derrotar definitivamente a los árabes. He de reconocer que yo tampoco me había parado a pensar y a buscar información sobre estos personajes, pero a veces, solo a veces, ocurren pequeños acontecimientos que parecen casi milagrosos y la aparición en televisión española de una serie basada en la historia de Isabel la Católica parece ser uno de ellos.

Casi cuatro millones de televidentes siguen (seguimos, yo también me incluyo) con entusiasmo la narración de cómo Isabel de Castilla llega a coronarse reina. Y aunque sea sólo por ese instante aprendemos un poquito sobre esa parte ínfima de nuestra historia. Lo mejor, lo casi milagroso, es que algunos de esos seguidores no se quedan ahí y buscan información sobre el contexto en el que se desenvuelven los hechos, aunque sea solamente por matar su curiosidad. Y a lo mejor, sólo a lo mejor, algunos de ellos empiezan a interesarse por la rica y fructífera historia de España. 
A ver para cuando surge un hecho similar con mi materia, Biología.

Hoy en enlace corre a acrgo del maestro Pérez-Reverte, espero que os guste: http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/546/la-carga-de-los-tres-reyes/

P.D. Ya son más de dos mil las visitas en el último mes, así que sólo puedo daros las gracias y deciros que si llegamos a las 4000 habrá otro regalito.

lunes, octubre 01, 2012

Regalito

Hoy, para mis más fieles seguidores, os pongo un relato breve que saltó de entre las páginas de un libro que mi buen amigo Juanga me mostró este fin de semana. Espero que os guste y os dé que pensar.

DESPECHO (Andrés Newman)

A Violeta le sobran esos dos kilos que yo necesito para enamorarme de un cuerpo. A mí, en cambio, me sobran siempre esas dos palabras que ella necesita dejar de oír para empezar a quererme.