viernes, agosto 28, 2009

Hamlet y las dudas

"¿Ser o no ser?, esa es la cuestión". La frase más recordada del Hamlet de Shakespeare, la gran duda que asaltaba al príncipe sobre si suicidarse o continuar viviendo en un mundo lleno de desdichas siempre aferrado a su calavera.
A mí me asalta hoy otra duda, no pretendo compararme con el genial autor inglés, ni muchpo menos, pero me gustaría compartirla con vosotros para ver cuales son vuestras opiniones. ¿Salir o no salir? esa es la cuestión.

Salir se ha convertido en algo asó como un ritual que se repite cada fin de semana. Una celebración de hermanamiento entre individuos, normalmente del mismo sexo, que buscan pasarlo bien y, por que no decirlo, también algo más que un acercamiento a algún grupo de individuos del seo opuesto (o de orientación sexual similar, no voy a ser yo ahora políticamente incorrecto en los tiempos que corren). Las estrategias para lograr el objetivo son muchas y muy variadas, incluso se podrían hacer verdaderas tesis doctorales sobre etología humana y cortejo, habréis escuchado un montón de ellas, así que yo me limitaré a dar mi humilde opinión. No sirve ninguna estrategia, simplemente puede darse una alineación planetaria extraña y un grupo de chicos y chicas (¡que digo grupo, con que haya un individuo de cada sexo me conformo!) congenien y se lo pasen en grande durante unas horas.

Habitualmente estos acontecimientos cósmicos no se producen, ya dije que eran sucesos muy extraños y particulares, por lo tanto, lo normal es vivir la noche con tus amigos, o con algunos colegas de fiesta que nisiquiera alcanzan ese estatus. En ese rato pueden sacarse un montón de temas a colación, pero indudablemente, tarde o temprano (depende del grado de alcoholemia en sangre) el grupo acabará hablando de los individuos del sexo opuesto, chicas en mi caso. Lo malo es que slamente se habla, nunca se pasa a la acción e inevitablemente uno de tus a migos, de los que tienen novia, soltará la frase lapidaria sobre chicas y nocturnidad: "Nunca vas a encontrar una chica/novia en un bar".

Las horas pasan y de camino a casa, sólo como casi siempre, la duda inicial vuelve a tu cerebro entumencido por los golpes que el whisky el propina a tus neuronas, de tal manera que se repite una y otra vez la cuestión, ¿salir o no salir? ¿realmente merece la pena? El caso es que si no sales te conviertes en un bicho raro que no sabe relacionarse con la gente. Salir por ahí de fiesta o simplemente a tomar unas cañas es recomendable para socializar pero, ¿es necesario?

No lo sé la verdad, pero en la búsqueda de posibles alternativas para conocer gente, las horas diurnas son todavía peores y más en una ciudad como la mía donde la gente es bastante cerradita (lo siento, pero es verad, hay que empezar a admitirlo) Como muestra un botón: llevo ya más de tres meses yendo al gimnasio a clases de spinning, clases en las que prácticamente vamos las mismas personas día tras día, lo cual supone que al menos de vista, nos concemos todos. Pues bien, todavía no he hablado con nadie, ni un triste "hola" ¡Manda cojones! Cada uno va a su bola a su puto rollo, pero en fin la sociedad es así, creo que no puedo remediarlo y eso me hace sentir todavía más bicho raro.
En fin, que sigo con la duda inicial, así que para ver si me aclaro voy a tomar unas cañas con los amigos. Espero vuestras respuestas.

viernes, agosto 21, 2009

Cuentos chinos

Hay días en los que sin venir a cuento no te sientes bien contigo mismo, es como sí todo el mundo fuera "mejor" que tú en algún sentido. De repente no haces más que sacar defectos a tu vida y la negatividad se adueña de tus días, te vuelves una persona pesimista cuando en realidad siempre tratas de ver el lado bueno a todo lo que te ocurre.
Pues bien para todos a los que os haya sucedido esto alguna vez os transcribo hoy (a mi manera) una leyenda china que trata este tema y que me he leído hace poquito. Se titula "La tinaja agrietada" y dice así:

Cuenta la historia que una mujer poseía dos tinajas para traer agua desde el único pozo que había en el pueblo hasta su casa. Vivía en una de las zonas más áridas de China, donde el agua escaseaba y por eso sólo había un pozo en todo el pueblo.

Una de las tinajas estaba en perfectas condiciones y realizaba su trabajo sin ningún tipo de problema, en cambio, la otra tinaja estaba muy agrietada y a través de sus fisuras se escapaba gran cantidad del agua recogida por la mujer, de tal forma, que a penas llegaba con la mitad de su contenido a casa.

Un buen día, la tinaja agrietada lloró amargamente y le dijo a su dueña que estaba muy avergonzada porque no era capaz de realizar el trabajo para el que había sido fabricada. La mujer miró sonriendo a la tinaja y le dijo lo siguiente: "Fíjate en el camino que recorremos todos los días, ¿no te llama la atención nada?".

-Sí, hay muchas plantas y flores, pero sólo en uno de los lados del camino - respondió la tinaja agrietada.

-¿Sabes por qué? - preguntó con su sonrisa la mujer

- No, no tengo ni idea, ¿por qué?

- Pues porque ese es el lado por el que vas tú cuando volvemos a casa. Cómo parte del agua se te escapa por las grietas, vas regando día a día el suelo con suavidad, lo cual favorece el crecimiento vegetal y el florecimiento de estas hermosas plantas. Así, sin quererlo, logras que un camino árido y seco se convierta en un paseo divertido y colorido. Puedo escuchar el zumbido de los insectos que se alimentan del néctar y el polen de las flores y también, el canto de los pájaros que a su vez, se alimentan de los insectos. ¿Te das cuenta? si no fuera por tus grietas, todo eso no existiría.

A partir de ese día la tinaja agrietada fue feliz y nunca más se sintió inferior a nadie.


La moraleja de este cuento es sencilla, pero a la vez muy importante. Todos, absolutamente todos tenemos grietas en nuestras vidas, nadie es perfecto, lo importante es saber que esos "defectos de fábrica" que a nosotros nos pueden parecer irremediables y gigantes forman parte de nuestra esencia y es posible que otros los vean cómo algo bonito y genial. Nunca se sabe

P.D. Gracias por el comentario Marta

viernes, agosto 14, 2009

Malta y las expectativas

Allá por el mes de marzo, mis amigos y yo decidimos que queríamos ir de vacaciones a algún sitio con sol y playa, estábamos hartos de tanto frío. Hacía poco que había visto un programa en el que Beatriz Montañez mostraba las excelencias de Malta y me enganchó. Dicen que con una buena presentación se puede vender casi cualquier cosa, aunque lo cierto es que no sólo me atrajo por el envoltorio y el lacito de la presentadora, sino también por la historia que se encierra en esta pequeño archipiélago de islas (Malta son tres islas: Malta, Gozo y Comino) situadas en mitad del Mediterráneo,así que la propuse como destino y se aprobó la moción.

Con tanto tiempo de margen pudimos preparar a conciencia el viaje, recogimos datos de los lugares de interés para visitar, buscamos vuelos y hoteles baratos e incluso indagamos sobre precios de la comida y de las cervezas. Pero todo eso encerraba un arma de doble filo muy pelirosa en estos casos, nos habíamos creado unas expectativas muy altas y eso, como digo, puede ser fatal en un viaje porque pese a todo puede resultar decepcionante. Yo por mi parte trato de ser objetivo y anlizar fríamente el viaje con sus cosas buenas y sus cosas malas.

Lo primero a destacar es que el objetivo inicial se cumplió a medias, el sol estaba asegurado y no falló, pero las playas brillaron por su ausencia. La costa maltesa es rocosa y abrupta de tal manera que las pocas playas que había estaban compuestas de pequeñas piedrecitas que se clavaban en los pies. A cambio los saltos desde las rocas para bañarnos eran muy divertidos, pero en contra hay que resaltar que en la mayoría de los lugares en los que nos bañamos la limpieza del agua y sobre todo de los fondos marinos dejaba mucho que desear. Qizá el mejor sitio para bañarse es la Blue Lagoon que está en la isla de Comino y que podéis ver en la foto, pero también encontramos alguna lata que otra y hasta un billete de cinco euros en el fondo.

Para mí, sin duda lo mejor que tiene Malta es la comida y la fiesta nocturna. Al ser una isla el pescado está fresco y muy sabroso, es recomendable probar el pez espada (swordfish) y el atún (tuna), aunque curiosamente el plato más típico es el conejo que lo sirven con una salsa deliciosa. El mejor sitio para probar estos manjares es un pueblo llamado Marsalforn que está situado en Gozo. El momentazo disfrutando de un plato de conejo, un vinito blanco maltés a pie de puerto y viendo el hermoso azul del agua del mar no se paga con dinero.


La fiesta es abrumadora, se concentra en un barrio cercano a la capital Valleta, este barrio es St Julians y allí los pubs emergen como setas al sol tras una tarde de lluvia. Los hay hasta específicos, "Russian bar", "Dutch festa"...incluso hay uno, el "Fuego" que pone música en español y cómo no está lleno de compatriotas nuestros. Pero la fiesta en sí es un poco...digámoslo así, teenager. Demasiadas niñas adolescentes, medio borrachas y poca gente de más edad con la que sentirte un poco identificado. Además la proliferación de italianos es tal que da asco, son unos babosos que van a saco y pueden llegar a joderte la noche en menos que canta un gallo.

La gran pega que le pongo a Malta es lo poco cuidada que está, todo parece medio derruído y lleno de polvo, quizá esto sea sólo ahora en verano, no lo sé, pero cuando te montas en uno de esos buses del año 50 que están maravillosamente bien conservados para ir a visitar la isla esperas que al menos todo esté como esos autobuses y lo que te encuentras dista mucho de esa idea.

En fin, no os aburro más si os apetece vaís. Yo valorando los pros y los contras encuentro el viaje muy productivo aunque ni mucho menos alcanzó mis expectativas. Ya lo dije al principio, pueden ser un arma de doble filo, cuidado con ellas.

Os dejo con los dos éxitos del verano más repetidos en los pubs malteses:

P.D. A "Desde la sombra" A ver si es verdad y el día que nos encontremos por la calle me veo quien eres, sólo espero que lo hagas.

lunes, agosto 03, 2009

Confianza y volver a disfrutar

Siempre he sido un tipo confiado en las relaciones interpersonales y eso en los tiempos que corren es algo extraño. No me refiero a las relaciones con el sexo opuesto de las que ya he hablado anteriormente en esta bitácora, y que a mi parecer son arena de otro costal, sino que estoy refiriéndome a esas relaciones ocasionales que pueden surgir en cualquier sitio y con personas de cualquier índole y situación.

La norma general hoy en día es desconfiar de los extraños, la gente es mala por naturaleza, o al menos eso nos venden en la televisión, los periódicos e incluso en los pequeños mundos en los que habitamos día a día: familia, amigos, barrio, etc. Hace poco salía en televisión un tipo que regalaba dinero a quien pasara por delante de él en la calle y nadie le cogía el billete por pura desconfianza. No ganaban nada y seguían como estaban, pero si lo hubieran cogido hubieran podiado gastarse 50 euros en lo que les hubiera dado la gana. Pues bien, este fin de semana me pasó algo semejante, una prueba de confianza.
Os pongo en situación: sábado, Ribadesella no da tregua y llueve sin parar durante todo el día. A las 7 de la tarde y ante la imposibilidad de salir del camping sin coger una mojadura impresionante decidimos comprar en el supermercado de al lado algo para beber. Como yo no llevo chubasquero me quedo sólo en el soportal del bar que a esas horas se encuentra hasta la bandera de gente debido a la meteorología. Allí sentado trato de hacer tiempo enviando algún mensaje por el móvil y cuando he terminado oigo una voz que me dice: si quieres siéntate con nosostros. Son tres chicos más o menos de mi edad y la chica que atiende el comercio de al lado del bar.

Otra persona en la misma circunstancia hubiera dicho: "No, no, ya me quedo aquí esperando que mis amigos regresan en un pis pas", pero como ya os he dicho yo no soy así, así que acepté la invitación, me presenté y nos pusimos a hablar. Al principio, como es normal, todos estábamos en fase de adaptación a la nueva situación, y ya no te digo mis amigos que cuando volvieron del supermercado se encontraron de bruces conmigo dándole al palique. Rápidamente nos soltámos y las carcajadas comenzaron a resonar en todo el camping. A ello también contribuyeron las copas que nos pimplamos, he de reconocerlo, pero lo cierto es que con alcohol o sin él, se creó un ambientillo cojonudo entre nosotros, tanto que decidimos salir de fiesta juntos.

Afortunadamente dejó de llover y todavía se nos unió mucha más gente, personal laboral del camping que había terminado su trabajo y que ya nos conocían de estar allí sentados bebiendo, comiendo y riéndo durante toda la tarde. El buen rollo siempre llama al buen rollo. Así salimos a quemar Ribadesella, depués de un día de agua y más agua, y no precisamente en el mar bañándonos (esa era la idea al principio del viaje) había que aprovechar al máximo la tregua meteorológica. Además con gente que conoce el lugar descubres sitios que no hubieras encontrado de otra forma.

El caso es que nos lo pasamos en grande aquella tarde-noche y el domingo hubo el ya clásico intercambio de móviles y e-mails. De no ser porque soy confiado por naturaleza no hubiera vivido una experiencia tan buena. Muchas veces sale mal y te llevas una patada en el culo, pero algunas sale bien y merece la pena. Yo creo que si todos confiaramos un poco más en la gente la situación podría invertirse y situaciones cómo esta quizá fueran más comunes. No digo que les vayamos a dar las llaves de nuestra casa a unos desconocidos, pero sí al menos un pequeño voto de confianza.



P.D. A "Desde la sombra" me gustan mucho tus comentarios y tu manera de pensar, pero me gustaría saber quien eres de una vez.