lunes, julio 16, 2018

Ciervos volantes

Vuelvo al hotel rural en el que me alojo cuando ya la noche asturiana es bien cerrada. La suave brisa veraniega transforma  el trayecto de más de media hora que separa la población Colunga de la pedanía en la que se encuentra mi acomodo en un paseo agradable. Mi piel, algo quemada por el sol se eriza con el frescor nocturno que desprenden los verdes prados y puedo escuchar en la lejanía los cencerros de las vacas que a buen seguro se estarán dando un festín de pastos tiernos.

Al continuar por la acera que une las dos localidades y dejar atrás la útlima casa del pueblo, el camino se torna lúgubre y misterioso. Está iluminado eso sí, pero la disposición de las farolas es un tanto particular. Están a ras de suelo, de tal forma que no alumbran a mucha altura, y tan separadas unas de otras que entremedias la oscuridad se apodera de nuevo de la senda ennegrciéndola durnate unos metros. Mis sentidos se agudizan y puedo oler las flores de los árboles que delimitan la acera y oír a los pájaros removerse en sus nidos a mi paso.

De repente, noto algo, una pequeña sombra en el suelo que se mueve lentamente. Está situada en la zona de penumbra por lo que no distingo bien lo que es, pero al acercarme puedo comprobar que se trata de un ciervo volante. Uno de esos escarabajos tan grandes que tanto apasionaban a Charles Darwin y no me extraña, porque poseen una extraña belleza desde siempre me ha llamado la atención. Además es un macho, sus enormes y atrofiadas mandíbulas en forma de cuerno le delatan. El pobre está en posición de ataque-defensa, es decir, con ellas en alto como diciendo "cuidado conmigo", pero yo sé que son inofensivos por lo que decido tomarlo entre mis manos y sacarlo de allí. "No vaya a ser que se vaya hacia la carretera y le aplaste un coche."  Lo que me resulta extraño es que en lugar de tratar de "morderme" el escarabajo parece tranquilizarse.
Resultado de imagen de lucanus cervus - Quizá sea el calor al contacto con mis manos - pienso.

 Sumido en estos pensamientos continúo camino, ya que aún me queda un trecho, y al cabo de unos metros me encuentro otro ciervo volante exactamente en la misma posición que el otro. Esta vez lo he identificado desde más lejos ya que la vista, obviamente, también se agudiza, pero al llegar a él repito la misma operación y de nuevo el insecto parece calmarse entre mis manos. Tanto que observo que este tiene una pequeña marca más clara en uno de sus élitros lo cual me indica que no es el mismo. Lo deposito entre los árboles y al hacerlo escucho movimiento entre las hojas del suelo. Algún animalillo andará dándose un garbeo, quien sabe, un ratón, un gato o a lo mejor un zorrito aventurero.

Sigo caminando y de nuevo aparece otro escarabajo y unos metros más allá otro. Puedo verlo claramente, ya me he acostumbrado a la escasísima luz y a la silueta del artrópodo. Esto sí que me resulta muy extraño. En toda mi vida habré visto una docena de ciervos volantes, pero siempre en bosques y por supuesto no de forma tan seguida. ¿Qué es lo que les estará sacando de las lindes de los prados hacia la carretera?, ¿por qué están en actitud de alerta?, ¿por qué se calman cuando les toco?

Deformación profesional, es lo que tiene ser un apasionado de la zoología y de la ciencia en general, por eso todas esas preguntas para mi propio ser. Sonrío burlonamente cómo diciendo: a cualquiera que le digas que vuelves de madrugada por un camino después de haberte tomado unas sidras y te paras a mirar escarabajos y a cuestionarte qué hacen ahí te tomaría por loco. 

Con esa sensación continúo, pero de repente algo me hiela la sangre. Ha sido un grito estridente y penetrante. De pronto otra vez, pero ésta aún más agudo e intenso. Lo oigo en el aire, como en vuelo. Los peores pensamientos vienen a mi mente, parece una risa humana mezclada con un grito ahogado y lo. Tengo el vello de punta y los músculos tan tensos que parecen a punto de romperse. Sea lo que sea lo oígo muy cerca y no consigo ver nada. Entorno los ojos para tratar de enfocar, pero los prados solamente me devuelven oscuridad, profunda y negra oscuridad. Giro la cabeza de nuevo hacia el camino, dedidido a llegar cuanto antes a mi hotel cuando un velo blanquecino cruza unos metros delante de mi. Se desliza por el aire igual que un pañuelo cuando se cae por la ventana, ni un solo ruido, solamente el aleteo fugar de una lechuza que se posa justo encima del siguiente escarabajo que había en el camino. El cazador ya tiene su presa y yo una entrada para mi blog.
Resultado de imagen de lechuza comun volando noche

Como no podía ser de otra manera, Cerf Volant https://www.youtube.com/watch?v=glquHWFShMw

1 comentario:

Beatriz dijo...

Poético y cruel; excelente combinación.