sábado, octubre 17, 2015

Cuando ella toca el piano

Paseando por las intrincadas calles de Íos, buscando un lugar en el que cenar entre amigos, observa las casas encaladas y adornadas con ventanales azules como ese mar Egeo en el que se baña la pequeña isla. Laberíntica y coqueta, la villa principal supone un bálsamo al anochecer cuando la temperatura desciende levemente. Jaime cierra los ojos, aspira el ligero frescor de la brisa del mar y al abrirlos se topa con un restaurante que parece excavado en la propia roca de la colina. Es como si su terraza le llamase a gritos diciéndole que ese es el lugar indicado y tras varias deliberaciones consigue convencer a sus amigos para entrar.

No hay sitio en el exterior pero la pequeña mujer negra que atiende la fonda les invita a sentarse en el interior del local. Allí se encuentran con un ambiente excepcional, luz tenue, música suave y adornos que mezclan lo tribal africano con la tradición griega sin recargamientos, con un toque femenino más que evidente. Piden varios platos a fin de compartir y degustar las especialidades de la casa todo ello aderezado con un vino rosado que a la vez que refresca el gaznate, calienta la barriga y el espíritu.

El cordero asado con verduras y patatas llega a la mesa cuando de pronto alguien se sienta al piano que está situado justo al lado. Es delgada y menuda, pero su presencia parece llenar el local puesto que todos los comensales dejan los cubiertos para darle un aplauso de bienvenida. Bruno hace efectivo aquel dicho de "allá donde fueres haz lo que vieres" y mientras aplaude la escruta con la mirada. Ella se da cuenta y le mira fugazmente justo un instante, a penas una fracción de segundo antes de centrarse en las teclas blancas y negras.

Comienza a tocar de forma algo titubeante. No levanta en ningún momento la mirada tratando de ocultar su cara tras su largo pelo castaño. Los clientes retoman sus conversaciones y el sonido de cuchillos y tenedores vuelve a escucharse mientras de fondo, sutilmente, la música que sale del piano lo va inundando todo. Sus amigos ya han reanudado la cena, pero él sigue absorto en la muchacha. Le pasa a menudo, sin ningún motivo aparente, ensueña, aunque esta vez tiene muy claro cual es el motivo de dicha ensoñación, con los primeros acordes ya había reconocido el tema y éste le había aflojado el alma. 

La cena continúa y los temas se van sucediendo un tras de otro al igual que los cruces de miradas entre Bruno y la pianista. Se la imagina tímida y amable, una de esas chicas que se desviven por los demás incluso dejando de lado su propia felicidad, de esas que con solo verlas te alegran el día y siempre tienen sonrisas que regalar. Amante de las películas de miedo antiguas y de las palomitas mientras se arropa bajo las mantas en invierno. Divertida e inteligente, con una conversación interesante cuando se siente segura. Conversación en la que sin duda hablará de su amor por los animales y sus esperanzas en género humano pese a lo salvaje que pueda parecer en ocasiones, también de sus ilusiones y proyectos como aquel de ser escritora. 

La canción termina y la pianista, en apariencia algo más segura de si misma,  levanta la cabeza, se aparta la melena y muestra su rostro. Es rabiosamente joven y parece que pese a vivir en una isla el sol no le ha tocado en todo el verano. Su tez blanca hace resaltar el profundo color verde de sus ojos, la gente le aplaude y con una mueca esboza una sonrisa. De pronto se la ve muy nerviosa, se toca el pelo, las manos y la cara mientras realiza un leve movimiento agradeciendo los aplausos. Al estar tan cerca su mirada vuelve a topar con la de Bruno pero esta vez la aguanta un poco más, lo justo para que éste logre apreciar en ella un ligero estrabismo en el ojo derecho, fruto probablemente del nerviosismo.

Llega el postre y el licor espirituoso llamado rakí, que aunque de origen turco, es muy consumido también por esos lares. Tras un par de vasos la pianista parece despedirse y toca la última canción en la que la pequeña mujer negra, que resulta ser la dueña del local, le acompaña a la voz. Bruno está ensimismado y cuando finalizan las últimas notas y ya se oyen los aplausos de los escasos comensales que aún quedan en el restaurante parece despertar. Jaime le ve animado a acercarse a la pianista y decirle algo, pero le conoce bien desde hace muchos años y nota que le tiembla el pulso. Apura el vaso, se tranquiliza y avanza con toda la decisión de que es capaz cuando se da cuenta de que el ángel que acaba de llenar la sala con su luz mira a uno de los camareros que se acerca y la besa. Bruno se retuerce por dentro y sin embargo su cara esboza un débil gesto mezcla de sorpresa y desánimo. De todos modos se rehace rápido y sonriendo, mientras se traga su abatimiento, dice: ¿otro rakí?

Todos brindan y beben hasta que el bar cierra por completo, la noche continuará, pero esa es otra historia.

Una canción, un recuerdo: https://www.youtube.com/watch?v=QTLPAPCdgP4