miércoles, noviembre 28, 2007

La lengua de las mariposas

Una noche de la semana pasada me quedé de telefonista en casa mientras mi abuelo subía en compañía de mi madre a urgencias. La causa, una infección urinaria, afortunadamente un susto nada más. El caso es que se había hecho tarde, ya era más de la una de la madrugada y seguía viendo la televisión. Allí estaba mirando la caja tonta cuando una noticia dada en un avance informativo, me sobresaltó. No hay manera de tomarse esos cortes en medio de un programa para dar una noticia con calma. Suelen ser desgracias normalmente de índole terrorista, pero esta vez no era eso, era una triste nueva, pero no de ese calado, Fernando Fernán Gómez había muerto.

Uno de los mejores actores de este país que nos ha dejado para el recuerdo películas tan relevantes como "La venganza de Don Mendo", "Belle Époque", "El caballero Don Quijote" o "El abuelo". Éstas son solo algunas de ellas, las que yo he visto, pero su biografía está plagada de actuaciones inconmensurables tanto en el cine como en el teatro. Además este actor peruano de nacimiento, no se quedó solo ahí, sino que su vocación de escritor dió numerosos frutos.

Para mí hay dos obras a las que guardo un especial cariño. La primera de ellas es literaria (también se llevó a la gran pantalla) "Las bicicletas son para el verano". Con ella descubrí como a través de una historia en apariencia simple se pueden decir muchas cosas. También aprendí a leer en-fa-ti-zan-do las frases importantes y a entrar en un mundo que desconocía, el del teatro. Todo gracias a la puerta abierta por una profesora de lengua que se empeñó en darnos a conocer este espacio de la literatura española.

Sin duda, la actuación de este gran hombre que ha quedado grabada a fuego en mi cabeza es su papel de profesor, Don Gregorio, en "La lengua de las mariposas". Una película con un trasfondo político muy marcado, ambientada en la última étapa de la 2ª República Española y el comienzo de la Guerra Civil. Una película triste, pero hermosa a la par. Una película con la que todos los que amamos la naturaleza descubrimos como se podía explicar de una manera inceríblemente bella, lo maravilloso que alberga el medio ambiente. No sólo eso, una película que despertó a muchos, entre los que me incluyo, el gusanillo docente. No el de enseñar puramente la lección, si no el de educar en valores, ese que hoy en día tanto falla. En resumen, una película redonda.

La necesidad de las mariposas de tener la lengua en espiral, las habilidades del tilonorrinco o el origen americano de las patatas son algunas de las explicaciones que don Gregorio le daba a Moncho. Pero para mí, es inolvidable la escena en la que el profesor le esplica a su gorrión lo que es la muerte y el infierno (http://es.youtube.com/watch?v=ng9Kk2j38Q0) Me quedo con la frase: A veces es infierno somos nosotros mismos. Cada vez que ponen este film en la televisión no puedo dejar de verlo, además cada vez que lo veo descubro un nuevo detalle que no conocía y que lo hace aún más enorme. Me pone los pelos de punta, es una de las mejores películas del cine español y la recomiendo encarecidamente.

Desde aquí mi pequeño homenaje a este gran hombre.

martes, noviembre 20, 2007

El pedacito de la tarta

Hay que ser autoexigente, ambicioso y tenaz para conseguir los objetivos que te planteas en la vida. De esto no hay ninguna duda, sobre todo lo compruebo ahora, con la oposicón a profesor de secundaria. Me resulta prácticamente imposible pensar en alcanzar la meta tan complicada que me he fijado sin la mediación de estas capacidades, y de muchas otras tales como: la capacidad de sacrificio, de autodisciplina o el afán superación, por nombrar algunas. No las tengo todas ni mucho menos, pero me esfuerzo en encontrarlas.

Con todo ello, resulta muy complicado cubrir todos los aspectos de tu vida y decides desechar al menos, una porción de la tarta para llevar mejor "la mula". Ese trocito tiene una plaquita de chocolate que lleva escrito con letras de nata la palabra "felicidades" y está acompañada de una fruta confitada. Lo cual le hace el más apetecible del pástel, pero decides hacer una especie de pacto con el diablo en el que tú dejas de lado ese pedacito esperando que si logras el resto de los objetivos, quizá alcances algo parecido a la felicidad.


Dedicas todas tus energías en la consecución de tus metas y por momentos, incluso por largos periodos de tiempo, te encuentras agusto. Llegas a alcanzar un estado de coma profundo, permaneciendo despierto, en el que solamente respondes a estímulos prefijados en tu cerebro como bases para lograr tus planes. Los problemas se disipan, ese aspecto de tu vida que te atormentaba y que decidiste dejar por imposible simplemente desaparece de tu cabeza.

Pero a veces, sin darte cuenta la vida te sorprende poniéndote las cosas fáciles. No sabes porqué, ni siquiera sabes si lo mereces, pero el caso es que ocurre. Un día, sin saber muy bien como, alguno de los ámbitos del camino que todos recorremos se arregla. Suele suceder además que es esa porción que has dejado por imposible la que sufre una metamorfosis total haciendote cambiar de perspectiva completamente. El trocito de tarta que habías desechado aparece en tu boca llenándola de sabores que jamás habías soñado con probar y por un instante flotas.

Es entonces cuando te das cuenta que ese trocito es el mejor de la tarta, no sabes si te producirá un empacho y te sentará mal o si se derretirá, pero algo está claro, con ese pedacito todo funciona con mayor fluidez facilitándote las cosas, como si gracias a él las metas fueran menos duras de alcanzar.

Y es que como dice el tópico, cuando menos te lo esperas, incluso cuando crees que es imposible que sucedan las cosas, simplemente ocurren.

jueves, noviembre 15, 2007

Lo bueno del frío

Con el último cambio de horario para ahorrar energía la noche cae antes sobre nosotros. Los cálidos rayos solares, que en esta época del año ya no tienen la enegía que en el verano, se desvanecen cada vez más rápido dejándo paso al frío y a las heladas. Llevamos algo más de una semana con un potente anticiclón anclado en la Península y esto hace que no llueva y que incluso las temperaturas diurnas sean agradables, pero en cuanto se acerca el ocaso los termómetros descienden y la "pelona" se hace inminente.Hay gente a la que no le gusta el frío, incluso lo odia, opinión muy respetable por otra parte, pero que no comparto en asoluto. A mí me encanta sentir el aire congelado en la cara mientras camino de vuelta a casa. Me tensa los músculos notando como cada fibra de mi cuerpo está en funcionamiento, en una palabra, me hace sentir vivo. Además hay un montón de cosas divertidas que se pueden hacer en estos días, como jugar con las hojas que han perdido los árboles. Podéis pensar que es un acto infantil impropio de un adulto hecho y derecho, pero os invito a probarlo, siempre en compañía de alguien a quien aprecieis. Estoy seguro de que lo pasaréis en grande, recordaréis viejos tiempos y os sentiréis niños de nuevo. Por experiencia propia os lo recomiendo, es uno de esos pequeños placeres que nos acercan a la felicidad.

Aunque si hay algo realmente espectacular es el cielo nocturno. Con las heladas la atmósfera se presenta limpia y pura como queriendo dejarse ver, incluso dentro de la ciudad. Las estrellas relucen más claras que nunca y aunque pararse a contemplarlas es casi un acto de valentía, merece la pena de dicarles unos minutos y dejar que la inmensidad del espacio te invada con su hermosura, sutil a la par que grandiosa. Después al llegar a casa se puede disfrutar de otro de los pequeños placeres que conlleva el frío. No hay nada mejor que tomarse una taza de café o de té bien caliente agarrándola con las dos manos y dejando que el calor que desprende pase a tu piel y a tu interior.

Por todo ello me encanta el frío, por esos pequeños placeres que conlleva. Como dicen los sabios, la felicididad no radica en tener todo de todo, sino en saber disfrutar al máximo de lo que se tiene.

viernes, noviembre 09, 2007

Las uvas del tendedero

El otoño es la época en la que la naturaleza, prácticamente mortecina, luce sus mejores galas como queriendo despedirse con un final esplendoroso digno del mejor festín. La oxidación y reabsorción de la clorofila por parte de los vegetales, los cuales se preparan para en invierno, hace que salgan a la luz los ocres, amarillos y rojos asociados a las xantofilas y a los carotenos. En pleno apogeo de este festival los árboles y arbustos nos regalan sus frutos nacidos en la primavera y madurados a lo largo de un verano que este año ha sido muy suave.

Algún día tengo ocasión de escaparme al monte, que aquí en León, está a tiro de piedra y observo a los paisanos de los pueblos recoger de las ramas de los árboles las delicias naturales que éstos les otorgan. Recojo moras de las zarzas como si de un valioso tesorillo se tratara y si encuentro algún castaño al que varear para robarle un puñado de castañas, soy el tío más feliz del mundo. Pero sin querer, camino a casa, me entristezco un poco. Siempre digo que mi gran déficit en esta vida es no tener pueblo. Algunos piensan que soy más de pueblo que las amapolas, y siempre les respondo que ojalá, pero no.
Hoy, al salir al tendedero de mi casa y ver estos hermosos racimos de uvas donados altruistamente por mi tío Cundo, la tristeza me ha vuelto a invadir. Luego he mirado las manzanas, los membrillos, las peras, las calabazas y los repollos que familia y amigos nos han regalado y he pensado que algo del pueblo sí que tengo.
Menos da una piedra y estoy convencido de que algún día seré yo el que regale. Hasta entonces muchas gracias a todos.

jueves, noviembre 01, 2007

Samhain y los Orígenes Celtas

Ayer se celebró en gran parte del mundo mundial la fiesta de los muertos, más conocida como Halloween. Una tradición británica que los emigrantes escoceses e irlandeses llevaron consigo a tierras norteamericanas allá por el siglo XIX. La tradición se extendió como la pólvora, eso sí con los retoques que la cultura yankee quiso darle. Así hoy en día los niños van de puerta en puerta ataviados como brujas, momias, fantasmas y demás seres poco recomendables. Caminan con la consigna de "truco o trato" pidiendo dulces y se atiborran al llegar a sus casas pasando una noche realmente, de miedo.

La cuestión es que esta festividad tiene un origen mucho más lejano, místico y hermoso, un origen celta. Concretamente el Samhain que también se celebraba el día 31 de octubre, aunque tenía un significado bien distinto. Esta fiesta marcaba el final de verano y el comienzo del Año Nuevo Celta. En esa noche, la más mágica del año, la fina línea que une el mundo de los muertos con el de los vivos se hacía más delgada. Pero esto no le daba un aire terrorífico como en nuestros días, si no que servía para orientar a los espiritus hacia el buen camino. Incluso se ponían velas en las ventanas para guiarles en su vagar.

La hogera del Samhain simbolizaba además el fin del año viejo.En ella se quemaban todos los malos recuerdos y los pesares del Año Viejo, para purificar la entrada en el Año Nuevo. Así las gentes podían afrontar los rigores del crudo invierno con la esperanza de llegar al Beltane, y celebrar la llegada de los días de la luz.

Los celtas mantuvieron sus tradiciones pese a la colonización cristiana en forma de día de los muertos (o Halloween). En España de celebra el Día de todos los Santos y pese a que la finalidad de esta festividad celta se ha desviado mucho en la actualidad, me encanta la idea de que que al menos nos quede un pequeño resquicio de nuestros orígenes Celtas.