sábado, marzo 24, 2012

Encanto granadino

Resulta que volví, como había prometido regresé a la ciudad de la que hace unos años me enamoré profundamente. Sin embargo no cumplí mi promesa del todo. Había prometido volver y devolverle a aquellos edificios encalados cuyos muros guardan tantas bellas historias el amor que me profesaron cuando los visité, y la única manera que se me ocurrió en aquel momento, fue prometer volver enamorado, para que las calles empedradas y el silencioso río Darro absorvieran parte de ese amor que manaría de mí como el agua en las fuentes del Generalife.

No cumplí esta última parte de mi promesa porque viajé con mi familia a la hermosa ciudad de Granada (como muchos ya habréis deducido) La festividad de San José y la emigración de mi hermana a tierras andaluzas muy próximas a la capital del antiguo reino nazarí fueron la excusa perfecta para líar a mis padres y revisitarla de nuevo.

Es obvio que la perspectiva cambiaba al ir acompañado de la parentela, pero se me antojaba, cuando menos una visita curiosa. Mi hermana lleva allí ya unos meses tabajando y empieza a conocer lugares que por desgracia en una visita fugaz, como la anterior que hice a la ciudad, no pueden descubrirse. Cuando viajas por primera vez a un sitio y tienes un manojo de días, nada más, te centras en conocer lo más representativo del lugar y Granada tiene multitud de lugares y rincones representativos. Simplemente viendo la Alhambra puedes pasarte un día entero, mientras paladeas las yeserías del palacio de los embajadores o la geometría del azulejado andalusí, por no hablar de la magnificencia de los jardines del Generalife o el embrujo místico de las albercas del palacio.

Esta vez, en cambio, no visité la Alhambra, todos la habíamos visto ya y pese a la tentación de una primavera adelantada y florida en el palacio, nos dejamos guíar por mi hermana a fin de desgustar algunas de las mejores tapas de la ciudad. En la taberna Los pescadores disfrutamos de unos rejos y unas albóndigas caseras dignas de mención y en una de las cafeterías/pub que se sitúan en los bajos de la plaza de toros saboreamos unos cafés deliciosos sentados en butacas de diseño exclusivísimas. Lástima de música house que rompía el momento relax.

Tras una comilona el paseo se hace obligatorio y puesto que ninguno de los tres había subido al mirador de San Nicolás, cambiaron las tornas y me tocó hacer de guía a mí. Al llegar comprobamos que el buen tiempo había animado a un número importante de gente, lo cual impedía apreciar el lugar como debe de ser (ventajas de ir en invierno y medio lloviendo, lo tienes solito para tí y para el gitano que se gana la vida tocando la guitarra para los turistas) Con ello me los llevé Albayzin abajo hasta la plaza nueva cayeron unos gin tonics en una de sus terrazas.

Allí, contemplando y escuchando a un grupo de jazz que también trataba de ganarse sus dineros la ciudad me llamó. Sí, sí, me dijo: "déjales un ratito solos y vente a disfrutar conmigo" Como casi siempre, hice caso de la tentación y me fuí Carrera del Darro arriba (la que para mí es la calle más bonita del mundo) para caminar por el Paseo de los Tristes donde la divisé desde abajo. Allí estaba, alzánzose majestuosa sobre su colina, el alma de Granada, La Alhambra. Me senté en un banco simplemente para contemplarla y dejé volar mi mente.

No sé cómo pero las dos veces que la he visitado he acabado paseando sus calles a solas con ella, ¿será que me quiere sólo para sí? Si es así, que sea, eso debe ser amor, porque cuando me llama, voy sin dudarlo y una vez entre sus brazos me siento muy pequeño, pero muy feliz a la vez.

Morente y Tomatito, vaya dos!! http://www.youtube.com/watch?v=fZ4D5p6n0g0

domingo, marzo 11, 2012

Asociaciones interespecíficas

Hace ya unos días explicaba a mis alumnos de 2º de la ESO las bases de la ecología, definíamos poblaciones, comunidades y ecosistemas. En ésta última descricpicón veíamos que la importancia de las relaciones que se establecen entre el biotopo y la biocenosis es fundamental para definir perfectamente el ecosistema. Llegados a ese punto tratábamos de interpretar y entender algunas de las relaciones más comunes entre individuos de la misma o de diferente especie.

Dentro de las relaciones interespecíficas les explicaba que la manera más sencilla de analizarlas es dar un positivo, un negativo o un cero a cada especie, en función de si obtienen beneficio, perjuicio o les es indiferente el hecho de establecer dichas relaciones. Así por ejemplo hablábamos del comensalismo como una relación +,0 en la que un individuo obtiene un beneficio, mientras que al otro le da igual y poníamos como ejemplo al pez rémora que se alimenta de los restos de comida de los tiburones.

Una vez vista, pasamos a las relaciones interespecíficas +,+ es decir, aquellas en las que ambos individuos obtienen beneficios. Yo les explicaba que extistían dos: mutualismo y simbiosis. En la primera les ponía el ejemplo de la garcilla bueyera que se alimenta de los parásitos de los búfalos de agua y en el segundo caso les ponía el ejemplo de un líquen formado por alga y hongo. Sin embargo, les pedía que pensaran un poco: - "Si sus efectos son iguales ¿cómo es que se llaman de distinta manera?"

Lo cierto es que a los chicos les costó y tuve que echarles una mano. Evidentemente se fijaban en los efectos, no en el interior de la relación, en el análisis de cada especie por separado. Así les expliqué que en el caso del mutualismo hablamos de una relación momentánea en la que cada individuo puede vivir perfectamente sin el otro, mientras que en el caso de la simbiosis es una relación tan estrecha que una especie no puede vivir sin la otra. Y justo cuando terminaba de explicarles esto, una alumna me espetó: - "Entonces, eso profe, es como el amor, cuando te enamoras de un chico no puedes vivir sin él"

Al oírlo mi primera reacción fue reírme, no sé por qué, pero fue así. Me contuve y le hice ver que no era comparable porque chicos y chicas somos de la misma especie, y ella se quedó, a mi juicio, un poco chafada. Supongo que en su bendita inocencia, cree profundamente que eso es cierto y esperaba una respuesta de mí mucho más idílica en la cual le diese la razón, pero también me dió que pensar. Al fin y al cabo el amor, tal y como lo ve la mayoría de la gente, es como una relación simbiótica entre individuos de la misma especie. Los novios no pueden vivir el uno sin el otro, y cuando están separados piensan constantemente en la otra persona poniéndose tristes al no estar a su lado. De hecho nos venden que el amor de verdad es aquel que sientes por una persona de forma tan intensa que cuando no está contigo mueres, como el alga cuando se la separa del hongo.

Por desgracia, mi pensamiento en cuestiones amororosas tiende más hacia el mutualismo en el que la independencia del individuo es fundamental para la buena marcha de la relación. Si la garcilla se alimentara sólo de parásitos lo llevaría crudo para vivir, al igual que el rinoceronte si tuviera que depender de no tener parásitos para sobrevivir. Obviamente la existencia de ambos mejora cuando están unidos, pero sus individualidades enriquecen la misma de forma inequívoca.

Recuerdo que cuando iba al instituto también pensaba en el amor como mi alumna, pero supongo que la experiencia y los años te van haciendo más incrédulo (o más realista, según se mire) Al escribir esto siento cierta tristeza por esa ilusión y esa credulidad perdida, pero me consuela pensar que al menos creo en el mutualismo.

Los pensamientos son incontrolables: http://www.youtube.com/watch?v=tW9fJ8Qd6H4