Este pasado viernes fue mi último día de clase en dicho centro y sabía, o al menos intuía, que mis chicos iban a preparar algo especial para despedirme, pero jamás había soñado ni por asomo, que fuera a ser algo tan maravilloso. Muchos fueron los regalos: una taza del cambio climático (muy acorde para un profe de ciencias), un elegante sombrero (para cambiralo algun dia por la boina), una chapa de la suerte (siempre necesaria), un par de peluches (para hacerme sonreir), muchas cartas emotivas y una esclava de plata. Sí! todos los alumos de 1º B de la ESO, con sólo 11 y 12 años (algunos más) se pusieron de acuerdo para comprármela, increíble!!
Sin duda, el mejor regalo que pudieron hacerme fue uno que yo sólo había visto en las películas. Después de abrir todos los papeles de colores, de emocionarnos juntos escuchando canciones melancólicas que decían que les recordaban a mí, y después de que lloraran como magdalenas y encogerme el corazón, después de todo eso tocó el timbre y viví una experiencia que jamás olvidaré. Cuando iba a salir por la puerta comenzaron a aplaudirme, y este gesto se repitió en todas las clases a las que tenía que acudir ese día. No sólo eso, los alumnos de otras aulas en las cuales yo no explico materia alguna, también aplaudían. Fue como un sueño, ya os digo, parecía una película, no me lo podía creer, fue impresionante.
Por la tarde y tras quedar con los chicos de la pulsera para agrandarla un poquito, emprendí el largo y duro camino a casa. Dicen que cuando unas puertas se cierran, otras se abren, pero yo todavía no estoy seguro de que las nuevas puertas vayan a dar paso a una bonita habitación o a un horroroso zulo. Ya en el coche me dí cuenta de que tenía que pasar una página más del libro de mi vida, pero pesaba mucho, casi casi no podía con ella. Me agarrotaba el cuerpo, la congoja bolqueaba el alma y me apretaba fuerte el corazón, así que no pude aguantar más, llevaba todo el día haciéndolo y mi mente dijo basta, una lágrima inundó mi ojo derecho y a esa le siguieron muchas otras.
Nunca olvidaré estos meses en Aranda, han sido de los mejores de mi vida, y por supuesto, nunca olvidaré a mis primeros alumnos en esta carrera docente que he elegido. Ellos han hecho que sienta que tomé la decisión acertada y que me sienta un profesor querido y respetado. No me queda más que darles las gracias!!
Canción con la cual en 1º ESO A todos abrazos se me echaron a llorar.