sábado, enero 09, 2016

Energías

Leer mientras se escucha jeje: https://www.youtube.com/watch?v=yPojjUgZy7I


Hay algo, tiene que haberlo. Lo supe desde siempre, pero no lo creía. Lo supe en aquel momento en que con diecinueve años un coche voló a más de 140 Km/h por encima del que yo conducía para estamparse contra el suelo unos metros más adelante y tanto mis acompañantes como yo salimos ilesos del accidente, pero se me había olvidado. Volví a recordarlo cuando, echando la vista atrás, me dí cuenta de que la noche de Reyes del año 2002 entre mis amigos, mis padres y los médicos me salvaron la vida que se me iba por una rendija del pulmón izquierdo, pero de nuevo, no sabía ya que creer y sin embargo, sabía que no era mi momento y lo sabía de verdad.

Siempre he sentido cosas, algunos lo llaman corazonadas, otros presentimientos, incluso hay quien habla de intuición. Desde mi punto de vista, nada explicable desde el punto de vista científico, eso por supuesto. Y lo dice un biólogo como yo, criado en el más puro escepticismo, el cual ha sido alimentado con en el planteamiento y corroboración (o refutación) de hipótesis tras recogida de datos y sesudos análisis estadísticos de los mismos. Pero no, esto no se puede explicar así, es algo que quizá ni siquiera sea capaz de explicar.

No solo me refiero a esas corazonadas desde un punto de vista negativo o relacionado con la muerte, las he experimentado en todos los ámbitos. Como aquella vez en la que en el pico de una montaña en la que me dí cuenta de que estaba siguiendo el camino equivocado y que lo mío no era la ingeniería que estaba estudiando. O aquella otra, muy parecida, en la que en una oscura sala del departamento de Zoología de la universidad de León, mientras medía y pesaba trozos de alfalfa roídos por los topillos, algo me hizo ver la luz y descubrir que, de nuevo, volvía a equivocarme de camino.

Una de las más reveladoras tiene que ver con eso, con la luz. Lo recuerdo nítidamente, la ascensión al refugio de Collado Jermoso estaba siendo más dura de lo que había previsto por la espesa niebla que lo envolvía todo. No temía perderme, conozco bastante bien el camino, pero me acompañaban unos buenos amigos de León y de Jaén que nunca habían subido allí arriba y me imaginaba que no iban a poder ver nada con semejante panorama meteorológico. Sin embargo, después de comer y ya casi cuando no contábamos con ver más que nubes y nubes, la niebla se enclaustró aún más en el fondo del valle permitiendo que el sol iluminase las cumbres que nos rodeaban. Era como estar en el cielo, literalmente, fue espectacular, ese día supe que mi energía se comunicaba y complementaba perfectamente con la de la montaña y desde entonces, aunque ya lo presentía antes, la siento de otra forma mucho más especial, más elevada. Pero ni siquiera esa ocasión fue la que más me ha hecho sentir esa energía que envuelve al mundo y que es tan poderosa.
Desde que empecé a estudiar la oposición de profesor de secundaría tuve la corazonada de que iba a aprobar con un tema en concreto. Este año, cuando encerrados ya en las aulas a la espera de que salieran las bolas con los temas a desarrollar, alguien gritó el número de ese con el que yo sentía cosas, en ese momento, justo en ese, lo volví a sentir, y de la forma más intensa que lo había sentido hasta entonces. Esa sensación no me abandonó durante todo el proceso de la oposición, ni en el duro práctico, con el que por momentos dudé y pensé que no iba a superar, ni tampoco en la fase de defensa de la programación y la unidad didáctica. Lo sentía, lo notaba en todo mi cuerpo, y sabía, aunque no quería creerlo que todo iba a ir bien.

Ahora, desde la reflexión y la perspectiva, me he dado cuenta de una cosa. Esa energía que yo sentía aquellos días era la suma de muchas energías. La de todos aquellos que me apoyaban, que creían en mí y que sin quererlo remaban para que esta barquita llegara a buen puerto. Familia, amigos, compañeros y hasta acompañantes inesperados a los que no puedo hacer otra cosa que darles las gracias. A algunos se lo he podido agradecer en persona y a otros no. Algunos de los primeros me han dicho que ellos no habían hecho nada, pero yo pienso que están muy equivocados y seguiré pensando así.

Hay algo, todos tenemos una energía positiva y podemos hacer con ella lo que queramos, cultivarla, enriquecerla y compartirla o dejarnos llevar por la negativa, que también existe y es igualmente poderosa.

P.D. Algunos pensaréis que me he vuelto loco o un místico y nada de eso. Pensad lo que queráis, quizá algún día lo sintáis como lo siento yo.