domingo, noviembre 06, 2016

Carta abierta a padres huelguistas y no huelguistas




Me entero por la radio de que este fin de semana la Ceapa (Confederación española de asociaciones de padres y madres del alumnado) ha convocado una huelga de deberes en los centros públicos. Posteriormente la noticia ha sido reproducida en todos los medios de comunicación y no salgo de mi asombro al ver a varios padres y madres entrevistados apostando por refrendar la huelga con argumentos tales como: "los niños no deben de cargarse de deberes porque si no,  no tienen tiempo para nada", "si hacen los deberes que les mandan no tienen tiempo para su desarrollo personal" o, aún mejor "los deberes son un castigo de los profesores hacia sus alumnos".
 Resultado de imagen de huelga de deberes
Está bien, señores padres (y madres, no se me vaya a ofender algún tonto que no ha abierto un diccionario en su puñetera vida) ahí va mi reflexión como docente. Hagan con sus hijos lo que les de la gana. Díganles que no hagan los deberes, es más anímenles a no hacerlos y convénzanles de que es el mejor camino para alcanzar cualquier objetivo en la vida. Inculquen en sus hijos la cultura del pelotazo tan bien vista en este maldito país. Sigan sobreprotegiéndoles y conviértanles poco a poco en adultos inmaduros incapaces de reconocer cuan dificil es conseguir empleo, vivienda o comida como lo hacemos la mayoria de nosotros, esforzándonos, trabajando; y no como los personajes que salen en la televisión o en las revistas del corazón cuyo único mérito ha sido acostarse con tal o cual torero/futbolista/cantante. 

Eso sí, obren en consecuencia cuando esos mismos niños a los que con tan poco sentido común han educado les pidan cuentas cuando sean mayores y no tengan ni oficio ni beneficio, y no salgan en la televisión ni en las revistas, ni sean futbolistas o toreros o cantantes famosos. Cuando su frustración alcance límites insospechados y les culpen a ustedes de su malestar, díganles entonces que le pidan cuentas al rey, hagan eso.

Y ya que por mi parte les doy total libertad para hacer con sus hijos lo que quieran, les ruego que dejen en paz a maestros, profesores y demás docentes. Dejen de menospreciar nuestra profesión. Olvidensé ya de una vez por todas del tan manido "que bien viven los maestros". Con ello lo único que consiguen es envilecer aún más a quienes escuchan esas palabras, que muy a menudo son sus propios hijos. Es curioso, hace no tanto la frase que yo escuchaba en mi casa era "pasas más hambre que un maestro de escuela" y creanmé llegar a ser maestro no es nada fácil. Cambien el discurso de la queja y la protesta por el del ánimo y la ilusión. Entusiásmense con la educación de sus hijos y contágienles ese entusiasmo tal y como los docentes tratamos de hacer con ellos todos los días.

Resultado de imagen de huelga de deberesPor otro lado les diré que mi profesión es la más bonita del mundo y por muy vilipendiada que esté, o por muchas difamaciones que escuche hacia mí o hacia mis compañeros, eso no me lo podrán quitar de la cabeza . Para mí solo es equiparable a la de un médico que se dedica a salvar vidas, aunque nosotros también lo hagamos a nuestra manera cuando rescatamos a las mal llamadas "balas perdidas" o a desilusionados, desorientados, agobiados... y conseguimos que recuperen el anhelo de ser algo, el ánimo y la confianza en sí mismos. Recuerden, ustedes son lo que son gracias, en parte, a sus maestros y a sus profesores los cuales les mandaban también deberes que a buen seguro hacían en sus casas. Nosotros no somos el enemigo, sino meros acompañantes en la formación que quieran darle a sus hijos y estamos aquí para ayudar. 

Por mi parte, mañana cuando llegue a clase corregiré los deberes que les he mandado a mis alumnos para que realizaran el fin de semana. Si los han hecho o al menos lo han intentado, resolveremos las dudas que les hayan podido surgir. De esa manera podré afianzar sus conocimientos correctamente y eliminaré aquellos que están equivocados. Si no han hecho la tarea, ni siquiera tendrán dudas con lo cual copiarán la correción, si eso no supone un esfuerzo sobrehumano para ellos, y creerán que lo han aprendido todo. Yo seguiré tratando mi materia y a mis alumnos con el máximo respeto, tal y como me inculcaron mis padres y mis abuelos, y trataré de hacerlo lo mejor posible para que aprendan, como he hecho siempre desde que soy profesor.

Una escena: https://www.youtube.com/watch?v=gQU3EphIpMY

P.D. Esta es una carta abierta en la que no he querido entrar a valorar el sistema educativo español. Eso daría para un debate largo y profundo. Si alguno o alguna quiere debatir acerca de la cantidad conveniente de tareas para casa asociada a cada periodo de desarrollo educativo del niño estoy más que dispuesto a leer y contestar los comentarios que me hagan. Eso sí, les insto a que primero estudien, con el fin de mantener un debate de igual a igual, un poco de desarrollo psicológico, de didáctica general, de aprendizaje y desarrollo de la personalidad o de procesos y contextos educativos (asignaturas todas ellas del grado de Educación o del máster universitario en formación del profesorado de Educación Secundaria Obligatoria, Bachillerato y Formación Profesional.

domingo, octubre 23, 2016

Mis carapijos



Cuando llegaron a mis manos no sólo me hizo ilusión el hecho de tener unos carapijos nuevos y del color que más me gusta. Habían recorrido, procedentes de Almería, nada menos que mil kilómetros gracias al esmero que mi hermana había dedicado en su busca por las calles y mercados de la que hubiera sido última frontera del reino de León allá por el 1147. 

Al abrir la caja y probármelos para ver que la talla era la correcta los recuerdos invadieron mi mente. Siempre he gastado este tipo de calzado y ya no consigo acordarme de cuantos pares he destrozado por el uso, la lluvia o el barro. Probablemente más de uno al año cuando era un canijo. Recordé aquellos años en la escuela cuando mi madre me ponía guapo los días que no tocaba gimnasia. Los pantalones de pana en invierno y los calcetines gordos para no pasar frío en los pies, y por su puesto una camisa y un jersey. Ay! los carapijos, el hecho de llevarlos puestos hacía que sintiera que aquellos días eran especiales.

Resultado de imagen de carapijosEl segundo par que recuerdo me retrotrae a la época en la que iba al instituto (aunque como digo seguramente fuera más de uno). Por aquel entonces yo jugaba a balonmano y entrenaba a diario, por lo tanto tenía que vestir chándal todos los días y acabé aborreciendo aquella prenda. Así pues ir con vaqueros y mis carapijos a clase suponía una especie de liberación, como si sólo de esa manera pudiera expresar quien era y quien quería ser. De forma secundaria en mi juvenil cerebro aparecían las imágenes de revolucionarios socialistas que querían el poder del pueblo y para el pueblo calzados con este tipo de botas, y me sentía como uno más en aquellas reivindicaciones. La adolescencia, bendita y dura época de ideales y golpes que los desmoronan.

El último recuerdo que tengo de ellos me lleva a la facultad. Quizá por la cercanía en el tiempo el recuerdo es muy nítido. Tenía que presentar un trabajo sobre neanderthales del cual dependía la nota de la asignatura de Etología, ya que el profesor había decidido no hacer un examen escrito y evaluarnos en función de nuestra capacidad de oratoria y síntesis. Aún recuerdo los nervios que recorrían mi cuerpo y hacían que me temblasen las piernas. Sin embargo, con las transparencias de acetato bajo el brazo, mi camisa de pana y los carapijos sabía que todo iba a salir bien.

Resultado de imagen de acetate transparencyTras la presentación una amiga se me acercó y me dijo que le había encantado la presentación y que además con esas pintas parecía un profesor de verdad. La nota era lo de menos, aquellas palabras quedaron grabadas a fuego en mi alma y quizá fueron la materia con la que empecé a forjar mi futuro como profesor. A ella le agradezco sus palabras, aunque probablemente ni se acuerde. Como ves, yo sí lo hago.

El último par lo jubilo hoy, las suelas están tan desgastadas que al pisar puedo notar el entramado de goma que les da estructura y sostén. Éstas son muy especiales y por eso tenía que dedicarles una entrada en esta humilde bitácora. Me han acompañado estos dos últimos años en todo tipo de peripecias, desde el maravilloso curso que pasé en Aranda de Duero (con sus altos y sus bajos, pero maravilloso al fin y al cabo), al tremendamente exasperante curso pasado en Valladolid, pero sobre todo, el homenaje va por servirme como amuleto en el trance de la oposición. 

Todos los días, en todas las pruebas que tuve que ir superando, y pese a los calores del julio palentino, me acompañaron como un amigo fiel. Con ellos me sentía cómodo, pisaba con energía y confianza, y hasta me creía aquellas palabras de la amiga de la facultad: "con esas pintas pareces un profesor de verdad". Ni que decir tiene que todo fue bien y al fin lo conseguí, ya no solo lo parezco, si no que lo soy! 

jueves, octubre 13, 2016

El niño que queria ser torero

Escribo hoy estas líneas envuelto en un maremagnum de negatividad hacia el género humano debido al reciente caso de un niño que me ha tocado la fibra. Supongo que muchos lo conocéis, se llama Adrián y como todos los niños tiene sueños. ¿El suyo? De mayor quiere ser torero, fijaté tú, con ocho añitos. El atenuante es que el crío padece un sarcoma de Ewing, quizá el tipo de cáncer más doloroso que existe y que afecta a los huesos.

El caso no pasaría de ahí de no ser porque en las redes sociales una antitaurina le ha deseado la muerte y lo más espantoso es que ha sido secundada por un séquito de acólitos que le han aplaudido el comentario. 

Los que me conocéis sabéis que no me manifiesto politicamente, que me dan igual los taurinos y los antitaurinos y que en esta bitácora no he soltado ningún tipo de procalama o manifiesto de apoyo o crítica, pero esto ya pasa de castaño oscuro. Es aberrante desear la muerte de un niño, se mire por donde se mire, no tiene justificación alguna. Sueñe lo que sueñe ese niño no deja de ser eso, UN NIÑO! y vosotros, los que desais que muera, no sé ni como calificaros. Bueno, sí, a decir verdad sí que lo sé, sois como todos esos animales cuya vida defendéis, ANIMALES!

Una persona que desea la muerte de un niño indefenso, que para más inri padece una terrible enfermedad, no merece el calificativo de ser humano, porque carece precisamente de eso, de humanidad. Supongo que la mujer que publicó en las redes sociales esa sarta de burradas no tiene hijos y quizá algunos penséis que eso puede excusarla, pero no. Yo tampoco tengo hijos pero mis padres, mi familia y mis amigos me han enseñado algunos valores que imagino jamás alcanzará esta mujer y sus seguidores.

Imagino que esta gente no se ha parado a pensar en el dolor que a buen seguro provocan en la familia de Adrián, y en el propio Adrián, ya que en el mundo en el que vivimos no dudo de que ya ha leído o le han relatado el comentario. No se han parado a pensarlo porque no conocen la empatía. No hace falta ser padre para empatizar e imaginar lo que puede suceder ante un comentario así.

Imagino que esta gente presumirá de su sensibilidad y del respeto hacia la vida animal que tanto profesan, mientras se toman sus vinos con sus amigos, pero no señores, ni lo uno ni lo otro. Cuando os explayais de esa manera demostráis que no tenéis ni un ápice de sensibilidad y mucho menos de respeto. Y esto señores, es, por definición, una caracteristica de psicopatía.

Sí, os llamo PSICÓPATAS a vosotros que deseáis la muerte de un niño indefenso enfermo de cáncer. A vosotros que menospreciáis y vilipendiáis la vida humana mientras os vanagloriáis de defender la vida de los animales. No merecéis otra cosa más que se os expulse del género humano, al menos yo no os considero como tal. No podéis pertenecer a la misma especie a la que pertenezco yo. No podéis estar más lejos de lo que soy yo. ¿De verdad no os habéis parado a pensar que es un niño? UN NIÑO, UN NIÑO DE OCHO AÑOS!!!! ¿Pero que os pasa? ¿Qué ocurriría si os pasase a vosotros lo mismo? Evidentemente ni lo contempláis, pero tampoco os acordáis de que también fuisteis niños de ocho años. Sólo me cabe pensar que estáis locos, o que sois de otro planeta o yo que sé.

Se me acaban las palabras y me saltan las lágrimas, solo me salen barbaridades que no quiero reproducir aquí porque yo si que tengo educación. Esto es una gotita más en mi vaso que me sirve para valorar cada día más mi trabajo como docente y educador basándome en tres palabras básicas que me enseñaron desde pequeñoi y que cada día fomento: RESPETO, EMPATÍA y COHERENCIA.

Hoy no hay fotos, hoy me despido con el recién premiado con el Nobel de Literatura. Ya lo decía Bob Dylan, cuantos caminos por recorrer para ser un hombre....

PD: mi más sincero ánimo y afecto a Adrián y a su familia.

viernes, septiembre 16, 2016

Goran

La ciudad se cuece bajo el sol dálmata que parece querer derretir los muros de los antiguos palacios señoriales. Los casi 40 grados que registran los termómetros unidos al enorme porcentaje de humedad ambiental hacen que, turistas y autóctonos, busquen la sombra como el mayor de los tesoros. Así recibe la perla del Adriático a Jaime que pese a todo se siente abrumado ante el espectáculo que le ofrece el museo hecho piedra que es Dubrovnik.

Camina por sus principales calles tratando de localizar alguno de los escenarios en los que se rueda una de las series de moda. Se sorprende ante la frescura del agua de la fuente de San Onofrio y con la majestuosidad del palacio Sponza. Sin embargo, como siempre, se centra en observar a la gente y en este caso se entretiene en averiguar por sus atavíos y sus expresiones de que nacionalidad es cada cual. Un alemán con calcetines y sandalias, una rusa de excepcional belleza o un italiano que gestualiza de forma exagerada.

Tratando de salir del bullicio y, tras un refrescante baño en la pequeña playa que hay a las puertas de la muralla, Jaime enfila una de las empinadas escaleras que ascienden hacia la muralla desde la calle principal. Los escalones son muy dispares, los hay enormes y otros pequeñitos, pero todos son abruptos y caprichosos en su forma, de tal manera que en un breve espacio gana mucha altura. La recompensa al llegar arriba es comprobar que la ciudad no solo es hermosa como  un cuadro de Monet, si no que además está viva, que hay gente en los portales charlando de sus cosas y que la ropa está tendida como en cualquier otro lugar.

Allí arriba, con una mezcla de salitre y sudor en la piel, busca un lugar para cenar. Al pie de la muralla encuentra el restaurante Peline donde unos alemanes contemplan el partido de la eurocopa contra Francia. El lugar es perfecto, recoleto, con buenas vistas y gracias al fútbol, es ideal para pasar desapercibido. El camarero, que debe de tener pocos años más que Jaime, se presenta como Goran y le acomoda en la última mesa de la terraza. La conexión es instantánea y mientras le sirve una jarra de cerveza bien fría comenta que entiende lo duro que es viajar solo, que él lo ha tenido que hacer muchas veces. Aconsejado por él, Jaime pide cevapcici, un plato típico de Bosnia compuesto de trozos de carne especiada y a la brasa acompañados de cebolla dulce y una salsa de tomate muy intensa.

A medida que las mesas se van llenando Goran va y viene y de cuando en cuando se para a parlotear con Jaime. Es bajito, calvo y con las orejas grandes. Además tiene la nariz aguileña. Un cuadro vamos, pero pese a su timidez demostrada, o mejor dicho, exorcizada con movimientos temblorosos de cabeza y sonrisilla nerviosa, mira a los ojos cuando habla. Busca cierta cercanía en el trato y la verdad es que eso se agradece y mucho! 

Jaime también le mira y no deja de pensar que hace quince años ese tipo que tiene en frente vivió una guerra cruel y devastadora. Una guerra entre hermanos de un mismo país que se distinguían únicamente por la religión. "Probablemente mientras yo iba a la universidad él combatía en las milicias croatas contra los serbios que les machacaban mucho antes de que la OTAN interviniera y las tornas cambiasen con igual o mayor agresividad" - piensa Jaime - "yo también he tenido que viajar muchas veces solo" - recuerda - "y qué forma de viajar!" - reflexiona -

Aparecen en su cabeza las primeras imágenes de una guerra que puede recordar con cierta nitidez. La matanza de Srebrenica, el asedio de Sarajevo, la caída del puente de Mostar y sobre todo los bombardeos sobre la muralla de Dubrovnik; y ese tipo ha vivido todo eso en sus propias carnes, de manera directa y voraz. De pronto Jaime se da cuenta de lo afortunado que es y sonríe. Goran le mira y parece entenderlo todo. Sonríe.

Klapa, canto a capela tradicional de la Dalmacia, hermoso!
https://www.youtube.com/watch?v=sgUk9blTgPw

martes, marzo 29, 2016

La artista de la luz

Cuando la conoció fue como si el tiempo volviera a empezar a contar, como si amaneciera de nuevo con una luz renovada y purificadora. Estaba llena de energía y su juventud rebosaba alegría y entusiasmo por todos los poros, justo lo que a él le faltaba en aquellos momentos de su vida. Sonreía, y lo hacía todo el tiempo, mostrando un pequeño diastema entre sus dos incisivos superiores que a él le parecía  muy sexy.

Ana era estudiante de bellas artes y como tal llevaba siempre consigo algo con lo que dibujar. De repente se quedaba mirando a alguien de forma analítica, fruncía el ceño tratando concentrarse y comprobaba cual era la mejor perspectiva, cuáles eran los músculos que trabajaban en cada gesto de la cara del individuo analizado. Medía proporciones utilizando el lápiz que llevaba en el bolso y esbozaba un primer boceto del modelo improvisado que, a menudo, no se daba cuenta de que lo estaba siendo.

Cuando tocaba trabajar en las labores de campo era cuando resplandecía. Su alborotado pelo se balanceaba levemente con los vientos primaverales de la estepa castellana. Disfrutaba embarrándose con los ladrillos del chozo de pastor que construía junto a sus compañeros y ensoñaba mientras los demás observaban las aves de la laguna que volvían para pasar la noche bajo la protección del agua. Mientras ella lo miraba todo con esos grandes ojos oscuros y todo le entusiasmaba. Parecía como si cada actividad que realizaba fuese tan especial y novedosa como la primera vez que dibujó en su vida.  

El modelo improvisado aún recuerda el taller de decoración artesanal de botijos con los niños del pueblo, la alegría que ella desprendía a raudales mientras enseñaba a los canijos a pintar garzas, patos o gorrioncillos. Su manera de jugar con pequeños y mayores que como era de esperar, contagiados por la magia, acabaron con la cara llena de colores. Recuerda el collar de cuero al cuello y ese gesto de morderse el labio inferior que se le antojaba delicioso mientras contemplaban la puesta de sol en tierra de campos.

También recuerda las pequeñas manos que se afanaban en tratar de captar su imagen en un dibujo. Ya se había percatado de que le estaba sirviendo de modelo, pero no le importaba ni lo más mínimo mientras aquello supusiera pasar algo más de tiempo en compañía de aquel ángel redentor. Así, se hacía el despistado en el albergue o en los bares en los que ella aprovechaba para sacar sus bártulos y desarrollar su arte.

Era pequeña de estatura pero sus abrazos eran enormes y cálidos. Pegaba la cabeza al pecho de quien fuera el agraciado de recibirlos y se podía notar la sinceridad y el afecto fluir entre las telas de la ropa para llegar a rozar la piel. Y no puede olvidar como esos mismos abrazos le cargaban de energía, toda esa que le faltaba debido a los avatares e incertidumbres de la vida.

Ana voló como vuelan las golondrinas en otoño. España se le quedaba pequeña y muy escasa de oportunidades para alguien que se dedica al arte. Encontró el amor y terminó por instalarse en Italia para dedicarse, entre otras cosas a la fotografía. Y una fotografía es precisamente la que tantos recuerdos le han traído al modelo improvisado.

En ella ha visto a una mujer sofisticada, con ese aire toscano de las grandes divas italianas. Ha abandonado su abrigo con capucha de duende y lleva un elegante vestido azul con bolsillos y cinturón de cuadros verdes, amarillos y ocres. Su pelo ya no es ondulado sino que lo tiene planchado y sus grandes ojos negros siguen tan vivarachos como siempre, eso sí, detrás de unas grandes gafas de pasta. Sin alardes refulge como lo hacía hace unos años y sin duda es por esa sonrisa que lo ilumina todo, que desprende alegría y entusiasmo, esa sonrisa!

Que la vida te sea siempre bella: https://www.youtube.com/watch?v=rVD19of6-a4

sábado, marzo 19, 2016

La hormigonera


Ángela despierta, a penas ha dormido un par de horas y la cabeza le da vueltas. Con una sensación de vacío estomacal tremenda observa la botella de whisky en la mesita y un pinchazo en la sien le recuerda que bebió demasiado. Pese a la ligera resaca, la hormigonera se enciende y retoma como un autómata la conversación mental que tuvo consigo misma bajo el edredón nórdico y que le había impedido conciliar el sueño hasta altas horas de la madrugada.

El frío del suelo que nota en sus pies descalzos no impide que se tome su tiempo para buscar en spotify la lista de reproducción y ya de paso revisar el facebook. Suena una canción de Love of Lesbian que en otras circunstancias le animaría, incluso le permitiría evadirse de todo lo ocurrido en los últimos meses por un rato, pero la imagen de la pantalla disfrutando de un de sus viajes le golpea con dureza.

Sabe que debería de ser racional y no darle importancia a aquello que no la tiene, pero necesita desahogarse. Suelta un "qué cabrón!!" que más que un exabrupto, sale de su boca como una mezcla entre alarido y vómito. De nuevo esa sensación, de nuevo desengañada, vacía y hundida mientras él disfruta de las mieles de su viaje a Marruecos, indolente ante cualquier atisbo de dolor. Se le escapa una lágrima y se mete en la ducha, allí no se notan tanto.

De pronto The Hives suenan con potencia en su iphone. Casi se había olvidado de la música, pero ese "Come on" le saca de sus pensamientos y le pone en marcha. Desnuda, frente al espejo, respira hondo y apoyando el meñique elimina el vaho suficiente como para mirarse. El in crescendo de la canción continúa y expele a su reflejo -YA ESTÁ BIEN!!- Respira, se calma y vuelve a inspirar con profundidad. Ahora con una voz más suave se dice - "no puedes seguir así" -. Alentada por su desnudez afirma: - "hoy es un nuevo nacimiento" -

De casa al trabajo y del trabajo a casa. La misma rutina de siempre que adora y odia al mismo tiempo. Para airearse sale a dar una vuelta, a mirar algunas tiendas de ropa, aunque sabe de antemano que no comprará nada. No tiene espíritu para trastear entre las perchas, buscar talla y pensar en combinaciones de colores. Simplemente necesita caminar y sentirse una anónima más en la ciudad, pero en seguida se da cuenta de su error. El boticario está abierto, demasiados recuerdos para siquiera atreverse a asomar la cabeza y escuchar que disco está pinchando hoy el camarero. Se maldice por no entrar - "con lo que me gusta a mí este lugar" - y retoma el camino a casa. 

La noche ha caído y el frío del incipiente invierno soriano empieza a hacerse notar. Se acurruca dentro de su trenca y, con las manos en los bolsillos, agacha la cabeza instintivamente para evitar la pérdida de calor y las miradas de los otros. Al llegar a casa cambia el abrigo por la manta y se envuelve en ella para dejarse caer en el sofá. Enciende la tele para apagar el cerebro, por hoy ha tenido suficiente. En ese momento suena el teléfono y no hace falta mirarlo para saber quien llama. La canción que le había asociado sigue vinculada. Otra vez se enciende la hormigonera, pero no, esta vez no cogerá el teléfono.

sábado, febrero 20, 2016

Energías II

A veces me gusta rebuscar en la pequeña librería de mi habitación a ver que encuentro. Es para mí un pequeño placer pasar el dedo por los lomos de los libros observando los títulos de las obras. En ocasiones me topo con una vieja lectura que me llama para ser reinterpretada o simplemente redisfrutada. Otras veces como la que nos atañe, es una situación o un hecho reciente el que elige por mí, y ahí está: Antonio Machado "Poesías completas" ¡Qué mejor lectura para el momento y el lugar en los que ahora mismo vivo!

Aún recuerdo cuando en el instituto nos lo mandaron comprar para leer las dedicadas a Campos de Castilla. Nunca me interesó demasiado la poesía, quizá nunca la entendí, pero cuando leía al gran poeta sevillano me sorprendía sobremanera su capacidad de describir con tan poco, de ser tan inmensamente grande y hermoso siendo a la vez, y solo en apariencia, simple.

Abro el libro. La encuadernación no tiene nada de especial, pero huele igual. El aroma de las páginas y el diseño de la colección Austral me retrotraen a otra época, a la adolescencia, a la inexperiencia y la tontería de la edad del pavo. Leo de nuevo "Orillas del Duero", "Un loco", "El tren" y "Campos de Soria", cuatro de mis favoritos. Los paladeo y descubro nuevos matices en cada verso. Sigo pasando las páginas y me encuentro con el cuento-leyenda titulado "La Tierra de Alvargonzález" y entonces mi sensación cambia. ¿Cómo puede ser que haya trabajado en un instituto que se llama así y no supiera de la leyenda de Machado?
El instituto del que hablo está en un pueblo de la montaña burgalesa de cuyo nombre no quiero acordarme. Un lugar en el que como comentaba en la anterior entrada de esta bitácora sentí una serie de energías de esas que percibo a veces. Lo que ocurre es que en este caso no eran precisamente positivas. Gracias a la que por entonces era mi novia conocí el pueblo unos días antes de que empezara el curso. Ella había realizado una sustitución allí y, pese a mis reticencias, logró convencerme de subir desde San Leonardo donde me encontraba realizando los exámenes de septiembre a mis alumnos suspensos. Ya desde ese primer instante noté algo extraño, aunque lo achaqué a las nubes que de pronto habían cubierto el, hasta entonces, soleado cielo de finales del verano. 

El inicio del curso no fue mejor. Visité el centro en cuanto me confirmaron la vacante y por la calle solo recibí miradas duras y reviradas que rezumaban desprecio y desdén. Alquilé un piso y una extraña sensación de agobio se apoderó de mí hasta tal punto de que me fui con lo puesto a San Leonardo. Allí mis amigos me calmaron y decidí que, a pesar de los veintisiete kilómetros que separan ambos pueblos por una carretera de montaña infernal, no iba a volver a dormir en aquella casa ni en aquel pueblo ni un solo día más.

Leo las primeras líneas de la leyenda de Alvárgonzalez y empiezo a notar que todo encaja de alguna forma singular. La historia es oscura y habla de pulsiones enfermizas entre los miembros de una misma familia: muerte, envidia y afán de posesiones se mezclan en un cuento que desnuda a la perfección algunos de los peores sentimientos del ser humano. No solo los personajes son importantes en la narración, la tierra es tanto o más importante que ellos. Ella recibe el laborioso y duro trabajo del buen hortelano, las manos callosas del hombre de campo se hunden en sus entrañas y la sangre del asesinado riega sus entresijos mientras calla, ve, oye y vuelve a callar quedando marcada para siempre.
Las gentes de aquel pueblo siempre me parecieron hoscas y ceñudas, rezumaban hostilidad y resentimiento. Era como si se encontraran en un estado de confrontación constante hacia lo diferente. Su energía negativa lo inundaba todo y hasta el aire parecía pesar más en aquellas callejuelas cuyo asfalto estaba reventado por el hielo y la nieve del crudo invierno de estas zonas. Yo no entendía como ante un entorno tan maravilloso como el que tenían a su alrededor con las lagunas de Neila, la Laguna Negra y el pantano de la Cuerda del Pozo rodeado de pinares y de verdor mientras la sierra de la Demanda lo domina todo podían tener semejante carácter, tan lóbrego y antipático. 

Leyendo a Machado logré entenderlo, es la tierra, esa en la que:
En los campos sembrados 
crecieron las amapolas sangrientas; 
pudrió el tizón las espigas
de trigales y avenas;
hielos tardíos mataron 
en flor la fruta en la huerta,
y una mala hechicería 
hizo enfermar a las ovejas.

Es esa tierra que la que dio de comer a esas gentes y les nutrió con su energía negativa, la cual ha pasado a formar parte de sus espíritus cerrando así el círculo del que la misma tierra recibió a su vez sangre, agonía y asfixia.

sábado, enero 09, 2016

Energías

Leer mientras se escucha jeje: https://www.youtube.com/watch?v=yPojjUgZy7I


Hay algo, tiene que haberlo. Lo supe desde siempre, pero no lo creía. Lo supe en aquel momento en que con diecinueve años un coche voló a más de 140 Km/h por encima del que yo conducía para estamparse contra el suelo unos metros más adelante y tanto mis acompañantes como yo salimos ilesos del accidente, pero se me había olvidado. Volví a recordarlo cuando, echando la vista atrás, me dí cuenta de que la noche de Reyes del año 2002 entre mis amigos, mis padres y los médicos me salvaron la vida que se me iba por una rendija del pulmón izquierdo, pero de nuevo, no sabía ya que creer y sin embargo, sabía que no era mi momento y lo sabía de verdad.

Siempre he sentido cosas, algunos lo llaman corazonadas, otros presentimientos, incluso hay quien habla de intuición. Desde mi punto de vista, nada explicable desde el punto de vista científico, eso por supuesto. Y lo dice un biólogo como yo, criado en el más puro escepticismo, el cual ha sido alimentado con en el planteamiento y corroboración (o refutación) de hipótesis tras recogida de datos y sesudos análisis estadísticos de los mismos. Pero no, esto no se puede explicar así, es algo que quizá ni siquiera sea capaz de explicar.

No solo me refiero a esas corazonadas desde un punto de vista negativo o relacionado con la muerte, las he experimentado en todos los ámbitos. Como aquella vez en la que en el pico de una montaña en la que me dí cuenta de que estaba siguiendo el camino equivocado y que lo mío no era la ingeniería que estaba estudiando. O aquella otra, muy parecida, en la que en una oscura sala del departamento de Zoología de la universidad de León, mientras medía y pesaba trozos de alfalfa roídos por los topillos, algo me hizo ver la luz y descubrir que, de nuevo, volvía a equivocarme de camino.

Una de las más reveladoras tiene que ver con eso, con la luz. Lo recuerdo nítidamente, la ascensión al refugio de Collado Jermoso estaba siendo más dura de lo que había previsto por la espesa niebla que lo envolvía todo. No temía perderme, conozco bastante bien el camino, pero me acompañaban unos buenos amigos de León y de Jaén que nunca habían subido allí arriba y me imaginaba que no iban a poder ver nada con semejante panorama meteorológico. Sin embargo, después de comer y ya casi cuando no contábamos con ver más que nubes y nubes, la niebla se enclaustró aún más en el fondo del valle permitiendo que el sol iluminase las cumbres que nos rodeaban. Era como estar en el cielo, literalmente, fue espectacular, ese día supe que mi energía se comunicaba y complementaba perfectamente con la de la montaña y desde entonces, aunque ya lo presentía antes, la siento de otra forma mucho más especial, más elevada. Pero ni siquiera esa ocasión fue la que más me ha hecho sentir esa energía que envuelve al mundo y que es tan poderosa.
Desde que empecé a estudiar la oposición de profesor de secundaría tuve la corazonada de que iba a aprobar con un tema en concreto. Este año, cuando encerrados ya en las aulas a la espera de que salieran las bolas con los temas a desarrollar, alguien gritó el número de ese con el que yo sentía cosas, en ese momento, justo en ese, lo volví a sentir, y de la forma más intensa que lo había sentido hasta entonces. Esa sensación no me abandonó durante todo el proceso de la oposición, ni en el duro práctico, con el que por momentos dudé y pensé que no iba a superar, ni tampoco en la fase de defensa de la programación y la unidad didáctica. Lo sentía, lo notaba en todo mi cuerpo, y sabía, aunque no quería creerlo que todo iba a ir bien.

Ahora, desde la reflexión y la perspectiva, me he dado cuenta de una cosa. Esa energía que yo sentía aquellos días era la suma de muchas energías. La de todos aquellos que me apoyaban, que creían en mí y que sin quererlo remaban para que esta barquita llegara a buen puerto. Familia, amigos, compañeros y hasta acompañantes inesperados a los que no puedo hacer otra cosa que darles las gracias. A algunos se lo he podido agradecer en persona y a otros no. Algunos de los primeros me han dicho que ellos no habían hecho nada, pero yo pienso que están muy equivocados y seguiré pensando así.

Hay algo, todos tenemos una energía positiva y podemos hacer con ella lo que queramos, cultivarla, enriquecerla y compartirla o dejarnos llevar por la negativa, que también existe y es igualmente poderosa.

P.D. Algunos pensaréis que me he vuelto loco o un místico y nada de eso. Pensad lo que queráis, quizá algún día lo sintáis como lo siento yo.