viernes, agosto 31, 2007

Momentos en Conil (I)

Después de un verano trepidante en cuanto a campamentos se refiere, tocaba vaciones, y que mejor ocasión que una semana en Conil de la Frontera (Cádiz) con cuatro amigos más. Lo cierto es que, me lo pusieron muy fácil, ellos buscaron el piso y el coche alquilado, simplemente había que poner la pasta y salir pitando al sur. El camino fue largo y tedioso, casi diez horas metido en un Opel Zafira revientan a cualquiera, pero al final llegamos.

Con una semana por delante había mucho que hacer y que ver. Las playas de esta parte de Cádiz se caracterizan por ser impresionantes debido a su longitud, belleza, y a que a penas están agredidas por la especulación urbanística. Pero los primeros días sopló levante y tuvimos que irnos a unas calitas más resguardadas, un pequeño tesoro que posee esta población y que nosotros como buenos piratas del estrecho supimos aprovechar y disfrutar. Allí en una de esas calas al abrigo de los acantilados viví uno de los mejores momentos de esta semana de vacaciones. Mis amigos estaban rendidos y se habían dejado caer en las toallas como las gallinas que se hacen las muertas para que la rapaz acechante las considere un bocado de segunda categoría. Yo por mi parte, estaba pletórico físicamente, mi hiperactividad se ha incrementado en las últimas semanas y no podía estar quieto, si a esto le sumamos mi tendencia a exprimirme el cerebro con todo tipo de situaciones, el paseo por la playa era obligado. La marea estaba bajando cuando comencé a caminar y al llegar al límite de la cala en la que estábamos ubicados me di cuenta de que se podía acceder a otra aún más pequeñita y escondida a través del paso que el mar ofrecía. Me senté en la más absoluta soledad oyendo el suave contoneo de las olas y despejando la cabeza de preocupaciones laborales y sentimentales. Mientras el sol caía en el horizonte me sentía flotar, estaba en el paraíso. No sé el tiempo que estuve allí, solo sé que cuando me levanté mi cuerpo se había quedado tibio y la relajación que mis neuronas habían sufrido era total.
Otro de los grandes momentos vividos en este viaje tiene que ver con la gastronomía. No podíamos ir al sur y no probar el pescaíto frito, así que aprovechamos el viaje a Tarifa para comer por ahí. Con ayuda externa encontramos un bar pequeñito en pleno corazón del casco antiguo, sólo había un problema, teníamos que esperar un buen rato. Decidimos irnos a tomar una caña entretanto y descubrimos un local precioso decorado con una mezcla de estilos entre lo árabe y lo turco. Después del refrigerio nos fuimos a dar gusto al buche y tras unos cuantos platos, como para redondear con un broche de oro la comida, un grupo de música se puso a tocar en la pequeña plaza donde estábamos sentados. Fue como que alguien te estuviera observando y quisiera rizar el rizo de un gran día.



No todo en el viaje ha sido positivo, es normal, pero le he buscado el lado bueno a situaciones que no lo han sido tanto. Así he descubierto que no todo el mundo tiene mi hiperactividad y que no puedo imponer mi ritmo a toda costa. También me he dado cuenta de que soy un culo inquieto que quiere realizar muchas cosas en poco tiempo, y que quizá debería tomarme las vacaciones con más calma. Pero sé que no puedo, soy así y me gusta ser así. En resumen que las vacaciones no solo me han servido para disfrutar, también he aprendido un montón de mí mismo.

domingo, agosto 19, 2007

Campamentos y Calidad humana

Pasito a paso va continuando el camino y acabo de regresar de otro campamento. Esta vez ha sido como estar en casa puesto que ya llevaba dos años yendo a Velilla del río Carrión para desarrollar mi trabajo como Monitor de Tiempo Libre. A lo largo de estos tres años he conocido a unas personas maravillosas que, han pasado de ser meros compañeros, a ser amigos imprescindibles con los que siempre puedo contar.
Lo cierto es que este año se presentaba un tanto complicado debido a las restricciones que habían impuesto las altas esferas en cuanto al consumo de alcohol dentro de las instalaciones, las salidas nocturnas y otras muchas, bastante absurdas por cierto. Algo que me molesta profundamente es que quienes trabajamos en este mundillo somos gente joven y quienes manejan la viruta son asalariados de mediana edad que, salvo raras excepciones, no saben lo que es ser Monitor de Tiempo Libre. No entiendo que por esa simple diferencia de edad se nos trate como niñatos que lo único que hacen allí es sacar dinero para sus vicios durante el invierno. El trabajo con niños no es ninguna tontería y menos cuando tienes que pasar 24 horas con ellos, pero lo que tampoco se debe hacer es coartar la libertad de cada uno para hacer y deshacer en función de su conciencia. Está claro que tienes que cumplir un contrato, el cual no está muy bien definido dicho sea de paso, pero no se puede pretender hacer de un campamento un campo de concentración en el cual los Monitores seamos robots y los niños autómatas que siguen sus órdenes.
El encanto del trabajo con estas criaturitas radica en que tratas con personitas que no sabes por donde te van a salir. El arte de la improvisación, de ser capaz de poseer los recursos suficientes para cambiar la dinámica que está siguiéndose en una actividad en cuestión de segundos se hace imprescindible. Un Monitor debe tener la virtud de la paciencia infinita, pero también las ganas de comunicar e impregnar de su alegría y conocimientos a esos pequeños seres que reciben y acoplan todo lo que ven, oyen y sienten. Sobre todo esto último, son extremadamente sensibles, aunque muchos se ocultan tras una máscara de dureza o de pasotismo. Es aquí donde el trabajo se convierte en un vocación ya que es imposible pasarte la noche en vela por un niño que se ha puesto enfermo o preocuparte hasta el extremo por una niña que no se integra dentro del grupo, y solamente pensar en el dinero. No conozco a ningún Monitor que sea capaz de hacer esto.

Como remate final hay que decir una cosa, un Monitor de Tiempo Libre que sea comunicativo, simpático, que esté un poco loco y al cual adoren los chavales, no es nadie sin sus compañeros. La calidad humana del grupo de Monitores que he vivido de primera mano en Sierra del Brezo, no se puede explicar con palabras. Pese a todas las vicisitudes acaecidas a lo largo de los días, el trabajo en equipo ha dado sus frutos y hemos sabido colaborar todos hacia un mismo fin. Quiero resaltar que tenía mucho a mi favor ya que la mayoría de mis compañeros también eran mis amigos y las compañeras que no lo eran se convirtieron rápidamente en confidentes y algo más. Es increíble como con personas que conoces de tan poco tiempo puedes tener una confianza tan grande como para hablar las cosas a la cara con toda sinceridad y sin causar malos royos.

Llega el momento del deseo:
"Ojalá tenga siempre a mi lado a personas tan grandes como mi familia brecil incluídas las últimas incorporaciones"

miércoles, agosto 01, 2007

Aventura en Noja

Hace ya un mes que no publico nada en esta bitácora, pero tengo una buena excusa. Como decía en mi última entrada, la vida es como el juego de la oca, y os contaba que había retrocedido hasta la casilla de inicio. Pues bien, he avanzado un poquito en forma de campamento de verano y como allí no tenía acceso a internet no he podido contar nada, pero ahora mismito os hago un resumen.

Después del varapalo de la beca, la suerte cambió (¿quizá la piedra de toque que esperaba?). Una llamada de un buen amigo y un contrato de un mes para trabajar como monitor de tiempo libre en un campamento que se realiza en Noja. La playa no es mi fuerte, pero en ese momento lo único que me planteaba era no estar todo el verano en León pensando en las musarañas. A lo largo los 30 días se iban a realizar tres turnos con 50 niños cada uno. Las actividades eran totalmente nuevas para mí, nunca había hecho snorkel ni body-surf, y en cuanto a las piraguas, se me daban bien en agua dulce, pero nunca había probado en el agua de mar.

Al cabo de unos días ya tenía un cierto dominio del instrumental que utilizábamos y hasta me animé a dar alguna clase, pero siempre era corregido por los monitores que llevaban más tiempo yendo a dicho campamento. Todos sabíamos llevar la actividad, cada uno a su manera, pero parecía que sólo se podía aplicar la manera "tradicional", así que con las alas cortadas decidí mantenerme al margen y servir simplemente como apoyo. Yo aprendí mucho de ellos, pero no me dejaron enseñarles cosas nuevas. Parece que cuando un árbol está muy arraigado ve al nuevo plantón como un virus maligno más que como un aporte de savia nueva.
El premio me lo llevo en forma de aplausos, besos y abrazos que me han regalado los niños y niñas que han pasado por allí: Pablo, Manu, Calvo, Sandra, Paquillo, Adrián, Alex, Lucía, Marta, Helena y muchos otros que me dejo en el tintero, y que me han llenado el corazón y el alma de alegría en momentos difíciles. Tampoco me olvido de los monitores que estuvieron a mi lado y a los que agradezco su comprensión y su paciencia a la hora de escuchar. Ah y también el personal de cocina que pese a estar sumido en otro ámbito siempre estaban ahí, una pieza fundamental moviéndose entre las sombras de los fogones y el bar.


En fin, que la nueva etapa ha comenzado con altibajos, pero con un balance muy satisfactorio. Como las gaviotas jóvenes he levantado el vuelo, pero me siento un poco torpe, veremos como sigue. De momento me planteo el camino pasito a paso y a ver que pasa.