martes, julio 01, 2014

Soleciendo

Soleciendo, que palabra tan bonita!! Sí, está inventada por una niña de cinco años, pero todos sabemos lo que trata de expresar. No conoce la palabra con la que se nombra al sol cuando sale por las mañanas y se le ha ocurrido algo tan poético y hermoso que supera a la original. Y algo así es lo que me ha ocurrido a mí en el último año y especialmente en el último mes.


Llevaba un tiempo sumido en la oscuridad vital del que no quiere ni tiene ganas de hacer nada, del que sólo espera un cambio sin buscarlo, del que se regocija en su propia mierda pudriéndose por dentro de dolor y amargura. Me había embarcado en proyectos y actividades varias que no me llenaban y que lo único que conseguían era, en el mejor de los casos, distraerme de mi autodestructiva afición. Sin embargo en esas actividades había personas, compañeros de trabajo que compartían la desdicha de estar medio desterrados en un pueblo remoto de la provincia de Ávila en el que el único salvoconducto para no morirte del asco por la tarde es apuntarte a dichas actividades.

Dentro de todo el abanico de actividades, una especialmente ha sido muy importante para mí. Un proyecto precioso en el que íbamos a construir un invernadero siguiendo los preceptos de la bioconstrucción climática con barro y paja. Un trabajo aparentemente sencillo en el íbamos a participar todos los profesores y alumnos del centro, además de los familiares voluntarios que quisieran sumarse. Un proyecto que nació como algo hermoso y que poco a poco fue convirtiéndose en una carga.

Coincidiendo con mi caída en la oscuridad el invernadero empezó a plantearnos problemas: el diseño no terminaba de perfilarse, el suelo tenía una inclinación que hacía que todo se complicase aún más, la madera para la estructura no llegaba y cuando lo hizo fue mal cortada y húmeda, lo que supuso una carga extra de trabajo, hubo que hacer encaje de bolillos para conseguir la paja en pleno invierno...y así mil piedrecitas en el camino que lo hacían durísimo. Y pese a todo allí estábamos, metiendo horas y horas por las tardes hasta que se nos hacía de noche. Malcomiendo inmediatamente después de salir de trabajar para aprovechar al máximo las horas de luz.

No sé para mis compañeros, pero para mí acudir todas aquellas tarde al instituto me generaba una disyuntiva importante. Por un lado la pereza unida a la apatía de la que os hablaba antes me decía que me quedara en casa, pero por otro lado la cuerda con la que mis compañeros, y sobre todo algunas compañeras tiraban de mí, hacía que al final fuera a cortar madera, poner termoarcilla o lo que hiciera falta. Una vez allí renegaba y renegaba porque estaba en plan reburdias (como decimos en mi familia), pero desconectaba. El trabajo físico, la realización de una labor totalmente ajena a la docencia me servía para apagar esa neurona que tanta guerra me da cuando las cosas se tuercen.

Poco a poco y literalmente con sangre, sudor y lágrimas el proyecto fue tirando para arriba. El día que terminamos de montar la estructura de madera ya casi con la luz de un candil, ese día empezó a solecer. El día en el que bajo una lluvia intensa culminamos el cerramiento del tejado, ese día volvió a solecer. Y así poco a poco los días fueron teniendo más luz tanto meteorológicamente como metafóricamente hablando. Parecía como si la primavera trajera esa alegría a mi ser y curiosamente iba asociada al crecimiento del invernadero: de sus paredes, de las primeras manos de barro, del montaje de la puerta...y de los lucernarios. Qué gran momento tuve a solas dentro de nuestra bioconstrucción viendo el sol colarse atravesando las botellas recicladas.

Y así hasta el momento de la inauguración oficial el último día de clase. El día en el que todos echamos la vista atrás gracias a un vídeo y comprobamos que lo que habíamos creado era realmente hermoso. Habíamos conseguido unirnos en momentos difíciles. Habíamos logrado limar nuestras discrepancias con paciencia y amor (aunque suene muy cursi es así) al calor de una cerveza. Habíamos generado algo muy difícil de generar, habíamos hecho grupo, habíamos hecho amigos y todo ello en un pueblo que para muchos es un destierro y que para nosotros también lo era al principio. Un pueblo, un instituto y un proyecto que han han dejado una huella imborrable dentro de nuestros corazones (al menos del mío) 

Personalmente sólo puedo daros las gracias a TODOS, habéis conseguido que en mi vida solezca de nuevo.

La primera frase lo dice todo: https://www.youtube.com/watch?v=K5PoEObhv_Y