jueves, mayo 17, 2007

Tiritas

Dicen que para curar una herida hay que desinfectar la zona lavándola primero con agua y jabón y luego aplicando Betadine, agua oxigenada o los más anticuados mercromina de la que escocía un montón. Después de realizar esta operación se hace necesario tapar la zona afectada para que las bacterias, gérmenes y demás seres minúsculos e indeseables la invadan. Ya sea con una vulgar tirita o con una venda ergonómica la cuestión es que aquello quede aislado.

El problema es que a ciertas heridas no les viene nada bien estar cubiertas, el sudor o la propia anoxia, producen el efecto contrario al buscado. Debajo de la venda las plaquetas que luchan con uñas y dientes (si es que los tienen) por reparar los daños, se ven sometidas a unas condiciones nada favorables para desarrollar su trabajo. A menudo forman coágulos y convierten lo que inicialmente se presuponía como una buena acción para el cuerpo, en algo terrible que puede llegar a acarrear graves consecuencias.

Llegado este punto la solución más acertada es, a menudo, la más sencilla. Basta con quitar los vendajes y dejar que la herida respire. Poco a poco, con paciencia y aguantando los dolores que pueda producirnos, sin más ayuda que nuestra propia capacidad de resistencia, la herida termina por curar.

En las relaciones ocurre como con las heridas (incluso en las relaciones que producen heridas) a veces hay que dejarlas respirar.

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