miércoles, marzo 28, 2007

Mi caja de Pandora

Cuenta la mitología griega que Zeus enfadado porque Prometeo le había robado el fuego y se lo había dado a los hombres, creo a Pandora, una mujer de extraordinaria belleza que fue dotada de numerosos dones por los dioses del Olimpo. Por último cuando su creación estuvo completada, le dió una caja que no debía abrir nunca, pero la curiosidad de Pandora pudo finalmente con ella y abrió la tapa, liberando a todas las desgracias humanas (la vejez, la enfermedad, la fatiga, el vicio, la plaga, la tristeza, la pobreza, el crimen, etcétera). Cerró la caja justo antes de que la Esperanza también saliera, junto con todo lo que quedaba dentro, y el mundo vivió una época de desolación hasta que Pandora volvió a abrir la caja para liberar también a la Esperanza.


Pues bien, aunque no soy tan agraciado como lo era Pandora, yo también tengo mi caja y pienso que todo el mundo tiene una o algún día la tendrá. Todos hemos tenido fracasos sentimentales y hemos guardado todos los recuerdos en una caja para luego tirarla. El problema es que yo no la he tirado, aún la conservo llena de cartas, fotografías, notas y un montón de recuerdos más. No hace mucho me encontraba tranquilamente sentado cuando un pensamiento vino a mi cabeza. No lo dudé, volví a abrirla y un torrente de emociones inundaron mi mente, pero sobre todas ellas prevalecía una, nostalgia. Sí, nostalgia porque pese a que en las relaciones hay momentos buenos y momentos malos, cuando después de mucho tiempo abres tu propia caja de Pandora, lo único que queda son los recuerdos bonitos, maravillosos, de situaciones que llenaron tu vida y tu alma de alegría. Y lo peor de todo es que son eso, recuerdos que son parte de tu pasado.


De repente la tristeza me invadió, una profunda sensación de desasosiego impregnó mi cuerpo, y una lágrima brotó de mi ojo derecho intentando resbalar por la mejilla. Estuve todo el día pensando en la causa de haberme puesto así, me decía a mí mismo que después de más de dos años no podía estar triste, que tenía que quedarme con esos hermosos recuerdos y continuar mi camino vital. Al cabo de un par de cafés y con un cierto dolor de cabeza de tanto estrujarme el cerebro me dí cuenta de lo que me pasaba, en realidad no me había puesto triste por la añoranza de lo vivido sino por la desesperanza en volver a vivirlo. Así que lo ví claro, tomé la caja entre mis manos, respiré bien hondo y la abrí para ver si como le ocurró a Pandora me había dejado la Esperanza dentro.


Han pasado los días y la caja sigue abierta, aunque guardada en un cajón, pero ni rastro de la Esperanza, a ver si un día me la encuentro por la calle.

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