lunes, febrero 19, 2007

Fumadores pasivos



Hemos conseguido reunir a toda la familia para celebrar el cumpleaños del abuelo, 81 primaveras no se cumplen todo los días. Decidimos irnos a comer a Geras de Gordón, un pueblecito en plena montaña leonesa muy famoso por sus embutidos y sus carnes.


Después de un vinito en el bar pasamos al comedor. Al fondo hay otra familia que ya le está hincando el diente al queso y a la cecina, pero lo que me llama la atención es la mesa que hay preparada para 42 personas y que está al lado de la nuestra. Sin darle más importancia me siento al lado de mi hermana y de mi primo dispuesto a meterme un buen entrecot de buey entre pecho y espalda.


Al cabo de un ratito y de tener ya en el estómago los entremeses y unas patatas con jabalí, empiezan a llegar motoristas a la mesa grande. Ataviados con sus monos de pilotar y sus botas especiales, van tomando asiento mientras llegan el resto de compañeros. También llegan dos matrimonios con una niña pequeña de unos 6 años, que se sientan en una mesa contigua a la nuestra.


Mi padre se muere por un cigarrillo mientras esperamos a que llegue el plato fuerte, pero le digo que la sala es de no fumadores y le indico donde hay un cartel ilustrativo. El caso es que uno de los motoristas ha entrado fumando y mi padre lo ve injusto, pero antes de darnos cuenta uno de sus compañeros le dice que no se puede fumar y que además hay niños. El tipo, resignado, apaga el pitillo y se sienta en la mesa algo puteado.


La comida discurre tranquila, aunque con el alboroto normal que generan 42 personas habalando. A los postres mi padre ya no puede más, quiere fumarse un cigarrito con el café. Me fijo en la niña pequeña que come una loncha de jamón riéndose porque no puede cortárla con sus dientecitos. Los padres sonríen y la ayudan con los cubiertos. Mientras la miro sus ojos parecen estar llenos de felicidad. Le digo a mi padre que si quiere fumar, que salga a la calle.


Coincide que los motoristas están esperando por el segundo plato y alguno enciende un pitillo. Yo espero a ver si el camarero les llama la atención, pero con asombro, observo como uno de ellos se levanta con la servilleta en la mano, se dirige al cartel de NO FUMAR y tapa la palabra NO. Se produce una ovación general y unos cuantos prenden su tabaco. El camarero no dice nada, agacha la cabeza y hace como que no ve nada (cobarde!!). Yo discuto con mi padre porque me dice que si ellos lo hacen, él también, aunque ante mi cara de enfado profundo decide no hacerlo.


El súmmum llega cuando la madre de la niña pequeña se enciende un cigarro y es secundada por su marido. En vez de protestar porque su hija esté respirando humos que no debería ni tan siquiera oler, aumenta la dosis de humo del comedor. Seguro que cuando la niña sea una adolescente y sus padres le pillen el paquete de tabaco en la mochila la echan una bronca de tres pares de narices.


En ese momento, me rindo, le digo a mi padre que haga lo que le de la gana y me resigno a decir: MANDA HUEVOS!!

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