viernes, enero 08, 2010

La desesperación del parado

Se levanta temprano, ya no le hace falta despertador, su cuerpo se ha acostumbrado a este horario. Aún no ha amanecido y sin embargo, el reloj biológico le indica que ha de comenzar a realizar su actividad. En las sábanas el calor es mimoso y el roce de su piel con la de su mujer le invita a quedarse un rato más disfrutando de sus mieles, pero no puede, algo dentro de él le hace ponerse en pié. Son muchos años repitiendo el mismo proceso.

Casi mecánicamente se dirige al baño y se da una ducha, pero no se viste todavía, prefiere seguir con el pijama, no quiere mancharse la ropa con el desayuno. Un café y algo para mojar, casi siempre una magdalena. Le encantan las magdalenas, sobre todo esas que compra en la repostería que hay cerca de su casa y que están tan esponjositas. Tras el carburante, así llama él al café (supongo que un defecto profesional que le ha quedado después de haber trabajado 22 años como mecánico) se viste y lo hace despacio, parece no tener prisa y de hecho no la tiene, está en paro.

A medio vestir se le pasa por la cabeza volver a la cama, pero su mujer ya se ha levantado y tiene que llevarla a trabajar. De paso aprovechará el viaje para llevar unos cuantos curriculums a algunas empresas de automoción, aunque sin mucho convencimiento. Sabe que es un profesional como la copa de un pino, pero en ese papelito no se refleja, no tiene más estudios que el Graduado Escolar y lo que aprendió como mecánico, todos los carnés habidos y por haber para manejar todo tipo de vehículo, pero nada de inglés ni de informática. Tiene 50 años pero siente como si tuviera 80.

Vuelve a casa a media mañana, nunca se le había echo tan larga, y enciende la televisión. Piensa: un rato de caja tonta quizá me haga evadirme de todo un poco. El temporal es el tema del día y la imagen de camioneros atrapados en las carreteras se repite en toda la geografía española. De repente aparece la autovía que une León con Asturias y veo como se derrumba. No lo dice, pero grita en silencio, lo sé, pese a la adversidad que están pasando esos hombres, a él le encantaría estar en su lugar. Supongo que recuerda los repartos de pienso hace a penas 4 años y los transportes de muebles del último año. Las carreteras de la provincia llenas de nieve y los cafés con los compañeros de profesión en las estaciones de servicio, para volver siempre a casa donde su familia le espera preocupada. Pero todo eso se ha ido.

Come por comer, no deja de ser fuel para el depósito, pero a fin de cuentas fuel que no va a gastar. Si la mañana se hace larga, la tarde es infinita. Se acuesta tratando de conciliar el sueño, pero la siesta no dura mucho. De nuevo el cuerpo le pide trabajo, movimiento, quehaceres, lo que sea. Busca en el periódico, pero no hay ninguna oferta,la cosa está muy mal. Su mujer, que sólo trabaja por la mañana le invita a dar un paseo, pero eso le consume aún más. Ver a hombres hechos y derechos por la calle, cuando deberían estar en sus puestos de trabajo le da un coraje inmenso. Se ve reflejado en ellos y la rabia y la impotencia se pelean en su interior haciéndole sentir un nudo en el estómago que le oprime y le machaca. Vuelven a casa, es de noche ya, pero sabe que pronto los días serán cada vez más y más largos.

La cena se la pasaría por el arco del triunfo, pero es casi la única comida en la que toda la familia se junta. Al menos sus hijos le comentarán que tal les van sus trabajos y mantendrán una conversación animada, pero la frustración le hacen gruñir y refunfuñar como un animal recién enjaulado y el diálogo se esfuma. Se siente como en una cárcel, pero sin barrotes, una cárcel en la que la desesperación y la desazón le van consumiendo poco a poco por dentro. No le han privado de libertad, pero sí de autosuficiencia, de realización personal, en una palabra, de lo único que sabe hacer, trabajar.

Así es cómo veo a mi padre día tras día y no puedo evitar pensar lo injusta que es esta sociedad. Una sociedad que no sabe lo que quiere, no valora a los jóvenes altamente cualificados por su inexperiencia, y aparta a los veteranos experimentados por su baja formación. De verdad que no lo entiendo. Si alguien me lo puede explicar, yo encantado.
Y ya puestos, si alguien conoce a otro alguien que necesite un mecánico o un transportista que no dude en ponerse en contacto conmigo.

http://www.youtube.com/watch?v=vlbS-23jPi8

1 comentario:

Iván dijo...

He topado con ésto por casualidad. Yo estoy ahora desempleado, con 30, y una licenciatura en la mochila. Y la descripción es perfecta. Cada día me cuesta más el día a día. Pero tengo que luchar.

Espero que tu padre encontrara trabajo, sino desearía hacerle llegar un abrazo muy fuerte, no está sólo.