miércoles, enero 02, 2008

Músicos y metrónomos

He estado unos días trabajando con jóvenes músicos. Siempre digo que me hubiera gustado aprender a tocar un instrumento musical. De pequeño mis padres no me apuntaron al conservatorio ya que quedaba lejos de mi casa y la música nunca ha sido el punto fuerte de mi familia. Así que he currado con gente que hablaba con una terminología que ni siquiera conocía. Palabras como fliscorno o bombardino no estaban entre mi repertorio vocabulístico. Por desgracia, estas palabras y poco más he aprendido de esta gente. La sana envidia que sentí inicialmente por saber tocar, se ha convertido en pena a posteriori. Sí, me dan pena y os explicaré porqué.

Los músicos son chavales que dedican el 90% de su tiempo libre a ensayar y practicar con sus respectivos instrumentos. Para ser alguien en la música no pueden conformarse con ser buenos, tienen que ser los mejores. Esto genera en ellos un déficit enorme a la hora de relacionarse con sus compañeros, carecen de habilidades sociales, cualquier pequeña crítica les afecta profundamente o la tiran directamente a la basura debido a lo alto de su ego. El metrónomo de sus vidas marca un compás diferente al del resto de sus congéneres, lo cual les hace creérse superiores al hacer algo que los demás no hacen. Saben mucho de corcheas y redondas, pero nada de valorar los silencios y afrontar sus propias cagadas con un buen par de bemoles.

Como en todo hay excepciones y dentro de un grupo de 87 personas como con el que yo he trabajado hay gente que se salva, gente muy válida que da gusto conocer. Adriana trompa (entre ellos se laman por el nombre y el instrumento que tocan), Elena tuba, Juan flauta o Abel percusión son algunos de ellos. Pero sin duda, entre todos destaca la pianista, Maria, que escondida tras su piano pasa desapercibida. Una chica tímida con un gran fondo que se afianzó como la favorita del trío de monitores sin necesidad de hacer la pelota ni nada por el estilo. Simplemente por ser natural dentro de un grupo de gente que, a mi parecer, tiene mucho que aprender, y no de música precisamente.

En fín, agradezco a mis padres que no me apuntaran al conservatorio y me dejaran vivir una infancia y una adolescencia más normal. Pero ahora después de unos días trabajando con ellos, escuchándoles en sus ensayos y viéndoles en los conciertos que han ofrecido, el gusanillo musical me ha picado de nuevo. Quizá sea el año nuevo y las ganas de acometer nuevos proyectos. Quizá ya se me ha pasado la edad de aprender a tocar, aunque es necesario tener unos años para no trompezar en las piedras que ellos han tropezado. Quizá, si saco la oposición, satisfaga este anhelo. El oboe es una opción fascinante.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que razón tienes...y cuando tienes razón...SE TE DA :).
Yo por fotuna he conocido gente de conservatorio que se han convertido en grandes amigos e incluso más :P, pero ese problema de ego lo he podido observar en otros cuantos.
Pero no solo en el mundo de la música aparecen "figurines", sino que en este pais...que es Españññññña, parece que eso del "saber ser" y "saber estar" están muy reñidos.
Solo hay que hechar un vistazo a los equipos de cualquier deporte en los que he militado desde chiquitico. Todos ellos, a excepción de uno, eran "criaderos de subnormales", y eso se debia a que se les subía a la cabeza sus capacidades deportivas. Y me direis...¿y la excepción? y yo os puedo decir que eramos todos tan malos jugando al balonmano que sería vergonzoso que ha alguien se le subiese a la cabeza :)
Un besi