jueves, diciembre 02, 2010

Cultura lectora

"Depurar es cuando limpias el agua para bolber a utilizarla porque hai poca"
Este es sólo uno de los ejemplos que me encuentro, casi a diario, y que muestra la maravillosa expresión escrita que poseen mis alumnos. Faltas de ortografía que se repiten una y otra vez en redacciones, trabajos y exámenes. Y no sólo eso, frases inconexas que no tienen sentido alguno, y que ni ellos mismos alcanzan a comprender cuando se las devuelvo y les pido que me las expliquen para ver si me entero de algo.

- Cuánta falta hace leer más! - exclamo para mí mismo.

El caso más flagrante con el que me he encontrado es el siguiente: corrigiendo un examen me topo en un ejercicio en el que debían identificar si las frases eran verdaderas o falsas, con que uno de mis iluminados alumnos me pone "haccion", cuando en la frase en sí figuraba la palabra correctamente escrita (acción, se sobreentiende) Reacciono con un gesto de desaprobación que se oye en toda la sala de profesores. No me lo puedo creer, es que ni siquiera saben copiar, ¡manda huevos!

Desesperación sería la palabra correcta para definir la sensación que me invade en ese momento, pero trato de calmarme y reflexionar. ¿Cómo motivar al alumnado hacia la lectura, hacia una forma de hablar y de escribir correcta y elegante? No encuentro respuesta en mis archivos mentales, soy un profe de ciencias al que le gusta escribir y leer, pero es que yo lo he mamado desde pequeño. En mi casa no se leía demasiado, esa es la verdad, pero mi madre siempre abría un libro cuando se iba a la cama y todavía hoy lo hace, aunque cada vez más a menudo sustituye los libros por prensa rosa.

Con la desazón propia del educador frustrado llego a casa y después de comer me pongo a leer un rato. Quizá quiera resarcir a mis jóvenes discípulos cargando yo con la que debería de ser su tarea, pero lo cierto es que leo porque me gusta. De hecho, por la noche, ante la inoperancia televisiva para entretenerme y hacerme desconectar, me voy a la cama antes de lo previsto y retomo la lectura del último libro que me han regalado.

A la una de la madrugada me despierto con el libro apoyado en mis narices. Me he quedado dormido con las historias de amor de Fermina Daza y Florentino Ariza y el doctor Juvenal Urbino. El cansancio de los días de conducción en nieve y de zozobra educativa han podido conmigo, pero me siento agradecido por esa cultura lectora que mis padres me inculcaron de pequeño.

Mañana seguiré leyendo y tratando de que mis alumnos también lo hagan.

Hoy un lugar para imaginar y disfrutar:
http://www.youtube.com/watch?v=PqtB6amV6uE

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