lunes, octubre 05, 2009

Tradiciones y matices

Septiembre ya pasó, como quien no quiere la cosa las noches cálidas del verano han dado paso a una oscuridad que tensa los músculos de la cara con su inevitable frialdad. Hay que empezar a pensar en abrigarse, ya no se puede salir a la calle en mangas de camisa, el otoño ya está aquí. Cómo sabéis mis seguidores, es la época del año que más me gusta y sin embargo, la que más paradojas me genera, es una temporada de sentimientos encontrados y contrastes: melancolía y alegría, colorido y tonos de grises.

Pero de lo que vengo a hablar hoy, es de un fenómeno que se da en estos días. Uno de esos rituales tradicionales, que tanto valor cultural poseen y que a veces no reciben la atención que se merecen, la vendimia. Durante toda la semana los jornaleros se dedican a recoger la uva, que está ya en su punto óptimo para producir uno de los caldos más importantes del mundo. Aunque es en el fin de semana cuando familias enteras se reúnen entorno a las viñas. Viñas que crecen en tierras que han sido heredadas de padres a hijos.

A menudo la vendimia es la excusa perfecta para reunir a primos, nietos, sobrinos y de más familia en el campo, incluso a miembros no consanguíneos de la familia, pero que cuentan cómo tal. No hay que negar que el trabajo es duro, los riñones sufren el cansancio de estar agachado durante todo el día. A cambio, los momentos en los que se descansa para almorzar son impagables, en esos ratos un buen trozo de queso curado, una rodaja de chorizo o incluso una caldereta (en el caso de los que más se lo curran), se convierten en los más exquisitos manjares, dignos del más importante califa cordobés, y no precisamente lo son por la compañía con quien se consumen. Eso sí, siempre han de estar regados con un buen vino.

Más tarde los expertos enólogos de cada familia determinarán el tiempo que debe estar fermentando la uva, y cuanto debe permanecer en barrica antes de pasar a ser embotellada. Sin duda, el vino así elaborado no va a figurar en ninguna carta internacional, ni en ninguna ruta enológica, pero no se trata de eso.

Recuerdo que cuando estudiaba el proceso de la fermentación alcohólica y de la maloláctica en la carrera me parecía lo más aburrido del mundo (la bioquímica nunca ha sido mi fuerte). Sin embargo, en estos últimos años que he aprendido algunas cosas sobre el vino, su proceso de elaboración me sigue pareciendo algo casi mágico, a día de hoy, tan rodeado de ese halo de misticismo y romanticismo a la par.

¿Quizá sea que las personas al igual que el vino, al pasar los años vamos adquiriendo diversos matices que no estaban presentes al comienzo de nuestra evolución? En cualquier caso, brindo por ello, salud!

Hoy un clásico
http://www.youtube.com/watch?v=GRngWs_uQyQ&feature=related

3 comentarios:

Lia dijo...

Wenas!! Muy buena tu última reflexión, la comparto. En mi familia tenemos algunas parras, de hecho llevamos cuatro años haciendo vino. Es un proceso que me encanta y que a mi padre le ilusiona y le emociona mucho.
Muy buena también la canción de The Corrs, me ha encantado.
Saludos!!

Desde la sombra dijo...

Buf...no sabes cómo te entiendo, Octubre es mi mes favorito del año y el más raro a la vez por esos contrastes de los que hablas, empiezo a pensar que los cambios climatológicos tienen mucho que ver, el otoño es una mezcla de muerte y renovación. Creo que las personas en este caso somos un poco árboles, se nos cae lo viejo y renacen nuevas cosas. Y como el vino: a más años más matices, pasamos de ser un crianza a un reserva.
Gracias por la información enológica, lo poco que sabía del vino es cómo beberlo...
Un saludo.

Anónimo dijo...

Y mira que te invité a vendimiar para que lo vivieses de cerca!! y tú qué no!! por cierto da señales!!
bea