martes, febrero 03, 2009

Las paseantes

Vuelvo a casa tras una semana dura en la que, entre corrección de exámenes de recuperación por un lado, y diseño de parciales eliminatorios de materia por otro, no he tenido apenas tiempo de parar quieto. Si a eso le añadimos mi principio de hiperactividad, que me impide estar tumbado en el sofá más de media hora seguida, una pizca de fervor por hacer un buen trabajo, por mejorar día a día mi manera de dar las clases, y un puñado de afán innovador en la exposición de diversos contenidos, obtenemos como resultado un cansancio plenamente justificado.

El retorno se preveé relajado, el día ha salido con un sol radiante que parece que hoy sí que sí, le gana la batalla a los nubarrones y al frío de días anteriores. Cojo el coche y ante la bonanza climatológica decido regresar por la nacional en vez de por la aburridísima autovía León-Burgos. Desde que tuve el accidente no pasaba por allí, pero bueno alguna vez tendría que volver y la verdad es que esperaba que el impacto al pasar por el fatídico lugar del suceso sería mayor, pero no pasó de una simple anécdota en el viaje, equiparabe al avistamiento en la carretera de un milano real dando buena cuenta del cadáver de un gato en compañía de tres cornejas.
Tras un viaje lleno música y gominolas llego a Sahagún y al enlazar con la autovía me las encuentro. Hoy son cuatro (el número varía según el viernes) caminan despacio contemplando el paisaje y hablando de sus cosas. Cómo se decía antes, mujeres dedicadas a "sus labores" (expresión anticuada por una parte, pero muy acertada por otra) Los viernes debe ser el día en que dan su paseo por las afueras del pueblo, ataviadas con un chándal, unas deportivas y un pañuelo en la cabeza. Siempre lo hacen a la misma hora, siguiendo la misma dirección que los peregrinos del camino de Santiago.

Me las imagino poniendo a caldo a la hija de la pescadera, si mujer... la que se casó con el sobrino de la Juani, la de Blas, el que tenía una tienda de muebles que se murió el año pasado. O bien comentando la jugada que les hizo el otro día su hijo:
- Ay! pues el mi chiquillo que no me estudia nada, dicen los maestros que se pasa el día pensando en las musarañas. En casa tol día tirao con la Plai Estation del demonio. Ayyyy que cruz.

- Mujer está en la edad -respondería una de ellas-.

- Pues el mi mayor sigue el Santander, y ya casi es médico, le faltan un par de asignaturas - presumiendo de hijo la otra-.

A lo que la primera respondería con rentintín - Claro, como el tuyo siempre tuvo cabeza .
- ¿Le estás llamando cabezón?

- No mujer, no. No seas malpensada.

- Anda que estás hoy de mírame y no me toques hija -comentaría la cuarta-.

- Es que lo del chiquillo de la Paqui no es nada con lo que me ha pasado ayer, resulta que...

Y así echarían la mañana cumpliendo con su rutina de los viernes, entre cotilleo y cotilleo, tranquilas, paseando, disfrutando de la compañía, de la conversación, del paisaje y del vientecillo en sus caras. Mientras yo paso por su lado con el coche en busca de algo parecido junto a mis amigos.
Espero que esta rutina de los viernes dure mucho tiempo... y que siga viéndolas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Se te ve en tu salsa :P Hace poco alguien me comentaba que siempre tendemos a imaginar la vida de los demás.. fijo que esas señoras estaban hablando del chico conductor que las miraba tan raro desde la carretera :P

Descansa!!! y ya sabes.. tú a la mínima.. golpe de remo!! :P

Un abrazo

Ana

Lia dijo...

jajaja, yo envidio a la gente mayor, están en una etapa de su vida relajada y recogiendo los frutos de su trabajo, y también los admiro, vivir 60 o 70 años tiene que darte mucha sabiduría y experiencia.