martes, octubre 14, 2008

Cargar las pilas

Tras una semana ajetreada, este finde ha tocado cargar pilas. El pasado fue increíble, sin parar un sólo segundo debido a las fiestas de San Froilán, fiestas que por cierto, se disfrutan mucho más cuando estas fuera de León y regresas a casa para revivirlas, ya que tratas de aprovecharlas al máximo. Como en todo en esta vida, no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos, o en este caso hasta que estamos lejos.

Después de mucha morcilla, mucho chorizo y mucho vino el lunes estaba desecho. Mi estómago me pedía una sopa o un purecito y mi cabeza un chute de parancetamol. Pero haciendo de tripas corazón y con la garganta rota, dí mis clases lo mejor que pude y eso que con el trajín del sabado y del domingo me resultó imposible preparar alguna de ellas, de tal forma que he ido arrastrando el trabajo previo entresemana.

Con todo ello este finde festivo necesitaba calma y para mí el relax pasa por dar un garbeo por el monte, no es necesario hacer una ruta, simplemente con dar un paseo me conformo. Los tesoros que alberga la montaña leonesa sí que los conozco y me doy cuenta de que los tengo, por eso siempre que puedo trato de disfrutarlos. Así pues engañé a un buen amigo para ir a la ruta del Faedo de Ciñera, una senda que transcurre en una cuenca minera muy importante y que resalta los valores y la fuerza de la naturaleza para sobreponerse a las agresiones que el hombre le hace.

Ya sabéis lo que me gusta el otoño así que os podéis imaginar lo que me encantó ver el cambio de color que se está produciendo en la Cordillera Cantábrica, y en especial en los bosques de haya, aunque no sólo en ellos. Los árboles de ribera como los chopos y álamos también modifican la tonalidad de sus hojas, en este caso hacia un amarillo más intenso que contrasta con el ocre de las hayas y con el verde intenso de aquellas hojas que aún resisten las inclemencias del otoño. Pero sin duda el mayor espectáculo lo proporcionan los arces y los cerezos silvestres que poseen un color rojo intenso llamando la atención en la inmensidad del bosque.
Un sábado de ruta para mí es un sábado ideal y si es en compañía de buenos amigos mejor que mejor. Éste me ha servido para cargar pilas y para sentirme de nuevo en paz y en armonía conmigo mismo, algo que necesitaba tanto como respirar. Os invito a que disfrutéis del monte en otoño, sea donde sea, es un espectáculo mágico y que no os importe si se os hace de noche, estos días hay luna llena para completar el cuadro bucólico de mi estación del año favorita.

P.D. A mi amigo Beto que está en tierras gaditanas decirle que lo siento, pero era una necesidad. La promesa sigue en pié y cuando quiera repito la ruta con él.

Este enlace de regalo

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