miércoles, julio 16, 2008

Puerto de Sagunto I

Una vez acabada la oposición que me ha absorbido los últimos meses se me presentó una oportunidad de esas que no puedes rechazar. Desde el Puerto de Sagunto (Valencia) me llegó una invitación para disfrutar de la compañía de dos de mis mejores amigos. Playita, solecito, fiesta y por supuesto, buen comer y mejor beber.

Sin apenas descansar, salí de León a las 7:30 de la mañana con unas ganas de pisar la arena increíbles. Nada más llegar allí, cambio de ropa, bañador y a darse un baño. Lo que no me podía imaginar es que el primer día me iba a ocurrir algo tan extraño. Estaba metido en el agua cuando noté algo en la planta del pie, como un pinchazo. Al princio pensé que no era nada, pero cuando saqué el pie del agua vi una picadura semejante a la de un mosquito. Salí a la playa y vi que la picadura tenía una derivación hacia el empeine, así que decidí preguntar en el puesto de socorrismo.

Tras examinar mi pie, el socorrista me dijo que era una picadura de pez araña (Trachinus draco) y me preguntó si no me dolía. "Lo cierto es que no" le contesté y él se quedó sorprendido porque al parecer es muy dolorosa. Según he sabido después el veneno que transmite el dichoso animalito es neurotóxico y peligroso, de hecho se han llegado a producir amputaciones por necrosis. De todas maneras el médico me dió una pomada y ale a correr. Dicen que la felicidad se basa en la ignorancia. Si hubiera sabido todo lo que sé ahora quizá me hubiera pasado estos cinco días de vacaciones dándole vueltas al tema, pero no ha sido así.

Tras el incidente del primer día todo fue genial. Fuimos al parque acuático de Benicassim y allí nos lo pasamos como los enanos, corriendo de una atracción a otra, peores que los niños peueños vamos, que si al kamikaze, ahora a la lanzadera, no no a los tubos (las risas vamos). Para culminar además de la playita de la cual seguí disfrutando, probé los productos de la tierra: paellita de pollo y conejo con ese socarrat que solo saben hacer en la costa levantina, agua de valencia que menos agua lleva de todo, especialmente un zumo de naranja con un sabor potente e inimaginable para los que no vivimos allí.

En fin, cinco días de vaciones que necesitaba, que han sido increíbles por todo, y sobre todo, por la compañía de dos amigos de esos que son de verdad. Dos amigos para toda la vida con los que cualquier alegría es doble y cualquier pena se divide a la mitad.

P.D. Habrá segunda entrega en la que os contaré las noches levantinas.

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