Con todo ello, resulta muy complicado cubrir todos los aspectos de tu vida y decides desechar al menos, una porción de la tarta para llevar mejor "la mula". Ese trocito tiene una plaquita de chocolate que lleva escrito con letras de nata la palabra "felicidades" y está acompañada de una fruta confitada. Lo cual le hace el más apetecible del pástel, pero decides hacer una especie de pacto con el diablo en el que tú dejas de lado ese pedacito esperando que si logras el resto de los objetivos, quizá alcances algo parecido a la felicidad.
Dedicas todas tus energías en la consecución de tus metas y por momentos, incluso por largos periodos de tiempo, te encuentras agusto. Llegas a alcanzar un estado de coma profundo, permaneciendo despierto, en el que solamente respondes a estímulos prefijados en tu cerebro como bases para lograr tus planes. Los problemas se disipan, ese aspecto de tu vida que te atormentaba y que decidiste dejar por imposible simplemente desaparece de tu cabeza.
Pero a veces, sin darte cuenta la vida te sorprende poniéndote las cosas fáciles. No sabes porqué, ni siquiera sabes si lo mereces, pero el caso es que ocurre. Un día, sin saber muy bien como, alguno de los ámbitos del camino que todos recorremos se arregla. Suele suceder además que es esa porción que has dejado por imposible la que sufre una metamorfosis total haciendote cambiar de perspectiva completamente. El trocito de tarta que habías desechado aparece en tu boca llenándola de sabores que jamás habías soñado con probar y por un instante flotas.
Es entonces cuando te das cuenta que ese trocito es el mejor de la tarta, no sabes si te producirá un empacho y te sentará mal o si se derretirá, pero algo está claro, con ese pedacito todo funciona con mayor fluidez facilitándote las cosas, como si gracias a él las metas fueran menos duras de alcanzar.
Y es que como dice el tópico, cuando menos te lo esperas, incluso cuando crees que es imposible que sucedan las cosas, simplemente ocurren.
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