viernes, enero 09, 2009

Inspiración en el Albayzín

Alcanzo Granada con la punta de los dedos, el último de los carteles informativos de la autovía indica que ya no falta nada. A lo lejos empiezo a vislumbrar las primeras edificaciones de la ciudad, adosados y chalets por el estilo, típicos de las afueras de cualquier gran urbe. Otro cartel informa: "Centro ciudad, Alhambra" y en ese momento un escalofrío recorre mi espalda, al fin la voy a conocer.

Granada me recibe con agua, pero no de la que he oído hablar, la de los jardines del Generalife. No, esa no, es agua de lluvia que no cesa. Pero no importa las ganas pueden con las inclemencias del tiempo. Aunque a mi amiga, y acompañante en este viaje, no le parezca una buena idea ponerse a buscar nuestro alojamiento en medio del aguacero, logro convencerla. Es el primer contacto con un barrio que enamora, un barrio lleno de vida y de historia, y también de historias por supuesto. El Albayzín nos da la bienvenida con sus calles intrincadas, estrechas, empedradas y resbaladizas.

Y por fin llega el día, voy a conocer la Alhamabra. Sigue lloviendo, pero contemplar el capricho de los reyes nazaríes hecho palacio merece mojarse el cuerpo. Y como alegoría de la mojadura, dejo que mi alma se empape de las historias allí vividas, de las letras cúficas que tapizan sus paredes y que narran historias de amores y desamores, de batallas y de sueños. No puedo resistirme a sus encantos y caigo prendado de su belleza, estaría horas comtemplando esa maravilla, llenándome los ojos con los juegos de luz que a lo largo del día se producen en sus estancias, de la visión idílica del paraíso árabe en forma de patios, fuentes y balconadas.

La Alhambra no sólo son los palacios nazaríes, tan o más hermoso es el palacio del Generalife y sus jardines. El esplendor de sus plantas se producirá en primavera, aunque seguramente en otoño sea cuando el conjunto botánico allí plantado muestre todas sus virtudes en forma de flores tardías, frutos de colores y hojas caducas contrastando con las perennes. De todas formas en invierno luce una tez misteriosa y casi mística, que hace recapitular, pensar y comprender que la majestuosidad de sus albercas, de sus combinaciones cromáticas, de su rumor de agua son el fruto de un amor prohibido.

Allá abajo, el Albayzín y un poco más arriba en barrio del Sacromonte miran con aire moro el primero, y con arte gitano, el segundo, a la Granada nueva. Decido que quiero perderme en el laberinto que forman los dos barrios con más encanto de toda la ciudad y la pseudoenfermedad de mi amiga me brinda la oportunidad hacerlo en soledad, algo que, en el fondo deseaba. No me acompaña más que mi pequeña libreta de apuntes, ella y las ganas de conocer, de vivir sus calles, de pasear en busca de inspiración.

Granada es hermosa, increíblemente bella y suntuosa, sensual hasta el límite y capaz de enamorar a cualquier viajero. Eso sí, es mucho más fácil cuando te dejas embaucar por sus encantos y sucumbes al placer de saborear su vida y sus historias. Quizá haya caído en la tentación al ir con el corazón vacío de amores y la ciudad se haya aprovechado de ello, pero yo también he obtenido algo a cambio, una fuente de inspiración que espero dé sus frutos en no demasiado tiempo
Hoy dos enlaces de la misma artista, Loreena McKennitt:
http://es.youtube.com/watch?v=o7lTIpgku80 en directo desde el palacio de Carlos V en la Alhambra
http://es.youtube.com/watch?v=GHAUiQD_cVs "Marco Polo" con imágenes espectaculares de los palacios nazaríes

2 comentarios:

Lia dijo...

wenas!! veo que sí disfrutastes de tu visita. La verdad es que es una ciudad muy hermosa, en todos los sentidos. Espero que tu proyecto de pronto sus frutos.
Un abrazo.

An Wild dijo...

Preciosa la entrada, una bella "definición" del encanto granaíno.
Ciertamente me has dejado sin palabras.

Espero, al igual que Lia, que pronto recojas los frutos que esperas.

Un saludo :)