martes, diciembre 23, 2008

Turrón El Almendro

De niño me encantaba la Navidad, supongo que como a la inmensa mayoría de los niños. Era una época de alegría, de esperanza y sobre todo, de ilusión. Ilusión ante la espectativa de que a los pies del portal de Belén aparecieran los regalos que cuidadosamente había solicitado a los Magos de Oriente. También recuerdo que era miembro del coro del colegio y que siempre, algo que me ilusonaba mucho por estas fechas, era cantar villancicos en la iglesia del barrio delante de nuestros enorgullecidos padres.

Con el paso del tiempo la Navidad fue poco a poco convirtiéndose en una época que me gustaba cada vez menos. Más bien pronto que tarde me dí cuenta de que la gente se transformaba durante estas fechas, y que la hipocresía reinaba, disfrazada de amabilidad, entre las luces y los regalos. Cada año era peor, porque cada año iba abriendo más mis ojos hacia la cruda realidad dejando la inocencia guardada en el baúl de los recuerdos, junto con el coro y los villancicos.

La cosa no fue mejor con el paso a la universidad, ya que a todo lo anterior había que sumarle que tenía novia por aquel entonces, y lo que debería ser una alegría era en realidad una auténtica putada, ya que ella era asturiana. Como es normal se iba a casa a pasar las pascuas con su familia y la verdad es que se hacía duro tener tanto tiempo libre y no poder compartirlo con ella.

Ya en estos últimos años he aprendido a cogerle de nuevo el punto a la Navidad, a disfrutar de la gente que realmente me importa, los que de verdad son mi familia, además de la biológica por supuesto. De hecho el año pasado tuve unas de las mejores navidades que recuerdo porque al buen rollo con mi familia y a la presencia insustituible de mis amigos, le sumé la compañía de una mujer encantadora, y esta vez leonesa, con lo cual todo estaba a mi favor.

Este año no hay novia ni nada que se le parezca, pero hay un nuevo aliciente que nunca antes había tenido, el aliciente del regreso. Llevo desde septiembre trabajando en Aranda de Duero, y pese a las visitas esporádicas en fin de semana, la morriña por la tierra colmaba mis pensamientos durante los últimos días lectivos. Añoranza de pucheros, de cariño familiar, de cañas con los amigos y por qué no reconocerlo, añoranza de mazapanes, turrón, champán y todo lo relacionado con la Navidad.

Ahora estoy aquí, en mi tierra, en León, disfrutando de todos esos pequeños placeres navideños y me encanta. Quizá estén cambiando las tornas con respecto a estas fechas.

http://es.youtube.com/watch?v=WPoGP0M9MjQ



2 comentarios:

An Wild dijo...

Muy acertada tu entrada.
Solo espero que con el tiempo sea cierto que se vuelve a pillar el punto a la Navidad. O al menos que haya algún resquicio de posibilidades de que ocurra ;)

Anónimo dijo...

Hola meloncillo:
Me alegro que vuelvas a coger el punto a la Navidad, me da esperanzas de que algún día yo también le vuelva a encontrar.
Disfruta de estos días en León y muchos besos.
Cuidate.

MARTA