Edimburgo es una ciudad de cuento, no se puede resumir de otra manera. La capital de Escocia enamora por su casco antiguo plagado de historia y leyendas que surgen de un espectacular castillo situado encima de una roca volánica y descienden hasta el palacio de una reina que tuvo gran poder y que murió ejecutada. Una ciudad de cuento sí, pero yo no he dicho que tipo de cuento. El clima es particularmente lluvioso y nublado la mayor parte del año, lo cual da cierta personalidad oscura al entramado de calles y callejones. Algunos de ellos desembocan además en cementerios como el de Greyfriars o el de Calton Hill cuyas lápidas torcidas, caídas y rotas unidas a las rejas clavadas al suelo que impedían que los ladrones de tumbas se llevasen los cuerpos, le otorgan un carácter ciertamente lúgubre y misterioso. Son muchas las historias de fantasmas y brujas que allí me contaron, al calor de una pinta en un pub, escuchando música tradicional celta o simplemente leyendo en alguna de las...
Cuando terminé la carrera y uno de los pocos profesores que me enseñaron de verdad a entender y amar la biología se acercó a mí para ofrecerme hacer una tesis doctoral con él. No sabía lo que se me iba a venir encima. Hubo gente, compañeros y compañeras de clase, que automáticamente me retiraron la palabra. Otros me daban palmaditas en la espalda al tener al alcance de la mano uno de los objetivos más cotizados dentro de la vida universitaria. Yo, dentro de mi inconsciencia habitual, simplemente no entendía nada, ni unas reacciones ni otras. Todo empezó muy bien. Solicité una beca al ministerio, otra a la Junta de Castilla y León y otra, creo recordar, a la Diputación de León. Con las expectativas muy altas, debido a que mi tesis se alojaría dentro de un macroproyecto de investigación concedido a la Universidad de León, comencé los muestreos de campo. Me estaba dedicando a lo que más me gustaba y, aunque tenía que estar en el los sembrados con el alba para censar aves y me pasaba ...
Está viejo, muy viejo, aunque la verdad es que lo prefiero así. No me gustaría que pasase a formar parte de ese horrible club de viejos que para seguir pareciéndo jóvenes se hacen íntimamente amigos de su cirujano plástico y de la toxina butulínica, sin darse cuenta de que como resultado nunca obtienen el tan ansiado rejuvenecimiento, sino mas bien una especie de máscara que les hace parecer mostruos de cine de serie B. Está viejo, muy viejo, y eso que la foto es para una revista, en la que se supone le habrán hecho retoques con Photoshop. Aunque a lo mejor, él ha solicitado que le dejen al natural y a mí me gusta así. Las arrugas de su cara son el fruto de la expresión de duro del cine que durante tantos años ha cultivado, y sigue cultivando. Un actor que en sus comienzos no lo tuvo nada fácil, de hecho decían de él en Hollywood que era inexpresivo como un palo, que nunca llegaría a nada en el mundo del cine si seguía emperrado en ponerse delante de las cámaras. Pero tras haber traba...
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