jueves, diciembre 07, 2006

El Brezo



Para algunos el brezo no es más que un matorral leñoso de porte bajo, con hojitas muy pequeñas y flores rosado-violáceas. Las chicas me dirán que no, que son de color rosa palo o algo así, en fin, nunca fui bueno para los colores. En cualquier caso, para la mayoría de la gente es una planta que no vale para nada y que además es muy molesta para caminar por el monte.
Para otros, los más golosos, esta es la planta con la que las abejas fabrican una de las mieles más suaves y sabrosas del mundo: la miel de brezo. Y los más religiosos la asociarán a la Virgen del brezo, famosa en el norte de la provincia de Palencia, y que por cierto da nombre a una marca de productos de repotería que están deliciosos.
Los más duchos en la materia opinarán con la mano apoyada en la barbilla que dicho matorral tiene nombre de mujer
(su género es Erica sp.) y que es un indicador de suelos degradados. además constituye la primera o segunda etapa en la sucesión ecológica hacia un bosque atlántico. Esto quiere decir, que coloniza los suelos pobres, enraizando en ellos y aportando nutrientes con la caida de sus pequeñas hojitas y de sus flores. Así va mejorando poco a poo estos suelos para que otras plantas con necesidades edáficas superiores también puedan establecerse en estos territorios.
Para mí, el Brezo es algo totalmente distinto. Es una sensación, un cambio brutal en mi vida que removió mis cimientos de arriba a abajo. Pero también se parece a la planta porque el Brezo regeneró mi suelo, degradado y bastante pobre y lo enriqueció con los mejores nutrientes posibles: personas fantásticas. Allí he conocido gente increíble que ha logrado lo que parecía imposible, devolverme la ilusión por las cosas.
Llegué a aquel paraje montañés con la cabeza gacha, me habían dado varios golpes y las heridas no parecían curase, ni siquiera había un atisbo de recuperación. Sólo quería evadirme de todo y dejar que el tiempo corriera, pero aquello fue aún mejor. Fue un bálsamo de aceite que inició la cicatrización y lo más importante de todo, me devolvió la alegría.
Rodeado de niños sonriendo, cantando y bailando animados por monitores con madera de payasos, malabaristas o cuentacuentos por poner algunos ejemplos, es imposible estar triste. Además aquellas charlas nocturnas en torno a una narguile, intentando arreglar el mundo, aunque no supieramos ni siquiera reparar nuestro universo propio, aquellas charlas me sirvieron para ver lo afortunado que era y que soy en realidad.
Y sin duda alguna, los millones de besos, abrazos, caricias y mimos que con sinceridad me regalaron, cosieron y pegaron todos los pedacitos en los que se me había roto el corazón, que volvió a latir y a recuperar su fuerza poquito a poco.
Os envio este flechazo para
DAROS LAS GRACIAS A TODOS!!!!

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