jueves, octubre 13, 2016

El niño que queria ser torero

Escribo hoy estas líneas envuelto en un maremagnum de negatividad hacia el género humano debido al reciente caso de un niño que me ha tocado la fibra. Supongo que muchos lo conocéis, se llama Adrián y como todos los niños tiene sueños. ¿El suyo? De mayor quiere ser torero, fijaté tú, con ocho añitos. El atenuante es que el crío padece un sarcoma de Ewing, quizá el tipo de cáncer más doloroso que existe y que afecta a los huesos.

El caso no pasaría de ahí de no ser porque en las redes sociales una antitaurina le ha deseado la muerte y lo más espantoso es que ha sido secundada por un séquito de acólitos que le han aplaudido el comentario. 

Los que me conocéis sabéis que no me manifiesto politicamente, que me dan igual los taurinos y los antitaurinos y que en esta bitácora no he soltado ningún tipo de procalama o manifiesto de apoyo o crítica, pero esto ya pasa de castaño oscuro. Es aberrante desear la muerte de un niño, se mire por donde se mire, no tiene justificación alguna. Sueñe lo que sueñe ese niño no deja de ser eso, UN NIÑO! y vosotros, los que desais que muera, no sé ni como calificaros. Bueno, sí, a decir verdad sí que lo sé, sois como todos esos animales cuya vida defendéis, ANIMALES!

Una persona que desea la muerte de un niño indefenso, que para más inri padece una terrible enfermedad, no merece el calificativo de ser humano, porque carece precisamente de eso, de humanidad. Supongo que la mujer que publicó en las redes sociales esa sarta de burradas no tiene hijos y quizá algunos penséis que eso puede excusarla, pero no. Yo tampoco tengo hijos pero mis padres, mi familia y mis amigos me han enseñado algunos valores que imagino jamás alcanzará esta mujer y sus seguidores.

Imagino que esta gente no se ha parado a pensar en el dolor que a buen seguro provocan en la familia de Adrián, y en el propio Adrián, ya que en el mundo en el que vivimos no dudo de que ya ha leído o le han relatado el comentario. No se han parado a pensarlo porque no conocen la empatía. No hace falta ser padre para empatizar e imaginar lo que puede suceder ante un comentario así.

Imagino que esta gente presumirá de su sensibilidad y del respeto hacia la vida animal que tanto profesan, mientras se toman sus vinos con sus amigos, pero no señores, ni lo uno ni lo otro. Cuando os explayais de esa manera demostráis que no tenéis ni un ápice de sensibilidad y mucho menos de respeto. Y esto señores, es, por definición, una caracteristica de psicopatía.

Sí, os llamo PSICÓPATAS a vosotros que deseáis la muerte de un niño indefenso enfermo de cáncer. A vosotros que menospreciáis y vilipendiáis la vida humana mientras os vanagloriáis de defender la vida de los animales. No merecéis otra cosa más que se os expulse del género humano, al menos yo no os considero como tal. No podéis pertenecer a la misma especie a la que pertenezco yo. No podéis estar más lejos de lo que soy yo. ¿De verdad no os habéis parado a pensar que es un niño? UN NIÑO, UN NIÑO DE OCHO AÑOS!!!! ¿Pero que os pasa? ¿Qué ocurriría si os pasase a vosotros lo mismo? Evidentemente ni lo contempláis, pero tampoco os acordáis de que también fuisteis niños de ocho años. Sólo me cabe pensar que estáis locos, o que sois de otro planeta o yo que sé.

Se me acaban las palabras y me saltan las lágrimas, solo me salen barbaridades que no quiero reproducir aquí porque yo si que tengo educación. Esto es una gotita más en mi vaso que me sirve para valorar cada día más mi trabajo como docente y educador basándome en tres palabras básicas que me enseñaron desde pequeñoi y que cada día fomento: RESPETO, EMPATÍA y COHERENCIA.

Hoy no hay fotos, hoy me despido con el recién premiado con el Nobel de Literatura. Ya lo decía Bob Dylan, cuantos caminos por recorrer para ser un hombre....

PD: mi más sincero ánimo y afecto a Adrián y a su familia.

1 comentario:

AlvaroBiología dijo...

Muy buena entrada Fauno. Aunque algunos no hayan bajado aun del árbol, quiero seguir creyendo en que algún día lo harán. Un abrazo y mucha fuerza para el pequeño y su familia