jueves, abril 05, 2012

Paseos primaverales

Sol primaveral luciendo en las alturas y fabricando con su calor una atmósfera de sopor y sudores a la hora d ela siesta. La comida, lo más fresca posible, ha sido frugal debido a la negativa del estómago a admitir más sustento. Es de suponer que el calor es un factor limitante para las células parietales del epitelio gástrico, aunque no para los miocitos de mis piernas que con sus contracciones perfectamente sincronizadas me llevan a la calle.

Bajo un cielo azul de papel celofán en el que ninguna nube se atreve a romper la armonía monótona reinante me reuno con mis compañeros de ruta. Del conjunto de trastornados-aventureros que todos los martes nos dedicamos a caminar por el monte, hoy solamente hemos aparecido cuatro, y rápidamente decidimos que ante una tarde así, merece la pena tomárselo con calma y disfrutar del paisaje.

Un paisaje ciertamente humanizado, en el que la fértil llanura de inundación de un río, demuestra ser el lugar idóneo para plantar patatas, colza e incluso chopos. Pero pese a la insistencia de los hombres por dominar el entorno, éste demuestra que tiene su lado salvaje. Su naturaleza y el alma de su ser, el río, duermen un sueño profundo y tranquilo, del cual sin embargo, pueden despertarse en cualquier momento para grabar en piedra sus pensamientos como demuestran las Barrancas de Santalla y Priaranza.

Esta formación parece ser el resto de diversos aluviones que rellenaron una cuenca sedimentaria datada según varias informaciones consultadas en 35 millones de años. Los limos, arcillas y conglomerados arrastrados y depositados allí han sido erosionados por acción fluvial y eólica dejando ver a las claras las coladas de fango y los paleocanales. El resultado es una catedral natural coloreada de rojo por la oxidación de los compuestos de hierro de los minerales presentes y que muestra las cicatrices de un pasado remoto y turbulento. (ver foto)

Continuamos camino hacia Rimor y la tarde va cayendo poco a poco. Viñas abandonadas salpican el sendero y los árboles lucen su floración temparana con todo su esplendor. Majuelos, almendros y sobre todo cerezos que aquí, en El Bierzo, son un recurso económico importante. Miles de pequeñas y frágiles flores blancas cubren las ramas, todavía desnudas de hojas en algunos casos, adornándolas con un sueve vestido de satén y encajes. Algunas tienen tantas flores que parecen pequeños penachos algodonosos semejantes a una nube dibujada por un niño.

Desde una colina divisamos los campos de cerezos que rodean a la pequeña población de Rimor y el espectáculo que se muestra generoso de color ante nosostros nos llena de tal manera que sin necesidad de ponernos de acuerdo verbalmente todos nos quedamos en silencio disfrutando de la primavera.

Sin duda, un gran momento para ir al monte.

Evidentemente hoy toca Delincuencia: http://www.youtube.com/watch?v=3eQQ_j3z6HM&feature=related

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