martes, julio 07, 2009

La mirla y la mariposa

Hace ya unas semanas mi padre entró en casa diciéndome que le tenía que ayudar, que me traía una sorpresa. Yo estaba enfrascado con la lectura del último libro que ha caído en mis manos y le dije que en cuanto acabara el capítulo le ayudaba, pero un sonido me hizo apartar la vista de las páginas. Al principio no lo había oído bien, pero luego sonó de nuevo y esta vez de forma muy nítida, era el chillido de un ave atrapada, no había duda. Corrí a la sala y allí estaba mi padre con una jaula entre sus brazos de la que luchaba por escapar una cría de mirlo.

El pollo estaba bien desarrollado y casi del todo emplumado, lo saqué de entre los barrotes con cuidado de no dañarle las alas. Miré las plumas de color pardusco y aprecié que todavía le quedaba algo de plumón en la nuca y en el vientre. Además tenía el pico pelado de fortarlo con las paredes de la jaula. A continuación soplé en su pecho para ver cómo estaba la quilla y los músculos del vuelo y comprobé que el pobre bicho era todo hueso.

-Trae una caja de zapatos, un poco de agua y pan- indiqué a mi padre. Él obedeció al momento.
-Aquí tienes, ¿qué más?- preguntó muy emocionado.
- Nada, cógela, es una hembra - y se la pasé con cuidado, pero ciertamente mosqueado.

Mientras yo hacía un montón de pequeños agujeros a la caja, traté le eché una pequeña reprimenda -¿Para qué la cogiste?. ¡Seguro que el nido estaba cerca!. ¿No ves que ya está casi desarrollada del todo?, tenías que haberla dejado allí.-
Mi padre me miró como a un ser despreciable, sin sentimientos y me dijo - No pude hijo -. Eso me ablandó, y le dije - vamos a darle de comer y de beber anda, parece deshidratada y fijo que está desnutrida. -

Poco a poco el pajarito fue comiendo y tragando los trozos de pan que le dábamos, incluso alguno de jamón york y alguna que otra cereza. Estaba cogiendo fuerzas y ya aleteaba con bastante maña.
- Un par de días más y lo suelto - le dije a mi padre. Él asintió compungido, quizá pensaba que me lo iba a quedar o algo así.

A la mañana siguiente, antes de ir a clase salí a la terraza para dar de comer a la mirla y me la encontré muerta. Un nudo que parecía tener vida propia retorció mis tripas y se me escapó un grito - ¡Joder, me cago en la puta, si es que tenía que haberla dejado donde la encontró. Mierda! Estoy seguro de que mi padre lo oyó desde la cama, pero no se atrevió a levantarse.

Cuando regresé a comer seguía mirándome como si yo fuera el demonio y me acordé de un cuento que me contaron en un campamento, dice así:
Mientras daba un paseo por el monte, un hombre se encontró un capullo de mariposa colgando de una rama. Quiso ver cómo aquel capullo se convertía en mariposa gracias al proceso casi milagroso de la metamorfosis y se lo llevó a casa.
Después de días y días observándolo, un pequeña fisura apareció, la mariposa trataba de salir del capullo con todas sus fuerzas, pero no lo conseguía. Tras un buen rato esperando para ver si era capaz por sí misma, el hombre no pudo más y con cuidado la ayudo a salir. Del capullo emergió una mariposa deforme y con las alas arrugadas y descoloridas.
El hombre esperó y esperó, pero la mariposa nunca extendió sus alas. Lo que él no sabía era que la naturaleza en su infinita sabiduría hace que la mariposa tarde tanto tiempo en salir del capullo para que los fluidos corporales puedan circular por las alas y así, éstas puedan desarrollarse correctamente.

Cuando terminé, mi padre estaba boquiabierto y su mirada cambió, ahora parecía decir irónicamente, maldito biólogo resabiondo. Sé que la próxima vez que mi padre encuentre un pajarillo caído del nido me lo volverá a traer a casa, mi padre es así de cabezota, pero al menos me entenderá si el bichillo se muere.

http://www.youtube.com/watch?v=BpB0h6jiOOk&feature=related


1 comentario:

Lia dijo...

Wenas!! Llevo mucho tiempo sin pasarme por aquí, pero es que he estado de exámenes. Me ha encantado tu entrada, sobre todo la pequeña historia. La naturaleza es sabia, hay que dejar que siga su curso.
Saludos!!