sábado, abril 03, 2010

Pequeños indicios

Abro la ventana de mi habitación y el sol de la mañana inunda toda la estancia. La cama revuelta pide a gritos ventilación y el aire fresco matutino la abraza satisfaciendo sus deseos. Es lunes, y tras un fin de semana largo en el que las horas de sueño han sido escasas mi cuerpo necesita calma. Afortunadamente entro tarde a clase y puedo dejar que la pereza vaya poco a poco desapareciendo. Me asomo a la terraza y respiro un poco de aire puro mientras mis músculos, que todavía conservan el calor nocturno, se tensan al notar el frío serrano.

Cuando, todavía bastante dormido, me doy la vuelta en dirección al baño escucho un canto que reconozco a la primera. No son los gorriones que llevan ya unas semanas buscando amoríos, ni las urracas que rompen el cielo con sus graznidos, sino que son ellos, ya están aquí, los aviones comunes. Vuelvo a salir a la terraza y los veo surcar el viento con su vuelo veloz y casi espásmódico. Pasan por debajo de mis pies y vuelven a elevarse unos metros más allá. Su dorso azulado en el que reluce un obispillo blanco como la nieve que se ha ido ya definitivamente del pinar los hace inconfundibles.

Los aviones son esas "golondrinas" que cuelgan sus nidos en aleros y balcones, y al igual que sus parientes de cola larga vienen aquí en marzo para emparejarse, reproducirse y volver a sus cuarteles transaharianos con la otoñada. Desde la terraza sigo observándolos y una sonrisa se dibuja en mi cara, si los aviones están aquí, la primavera también.

Decido salir de casa pronto, todavía me queda una hora y media para empezar mi jornada laboral así que cojo los prismáticos y camino, dando un paseo hasta el instituto. La vega del arrollo que pasa por San Leonardo está cuajada de matorrales y de chopos que todavía están desnudos con lo que son idóneos para la observación de aves. Sin ningún impedimeto foliar que camufle a los pájaros, me topo fácilmente con una pareja de herrerillos que andan con las nupcias.También encuentro carboneros, petirrojos, un par de camachuelos y a lo lejos oigo el "relinchar" del pito real. Todo parece estar cobrando vida de nuevo tras el crudo invierno en la serranía de Soria.

Llegando ya al instituto me detengo a observar los nuevos brotes que están saliendo en los sauces que anclan sus raices en el mojado suelo de la orilla del arrollo. Y un poco más arriba me llama la atención un conjunto de flores blancas que destacan sobre el fondo verde de los pinares. Es un majuelo que orgulloso luce sus encantos a la espera de que algún insecto volador ejerza de celestino y cumpla con su misión polinizadora. Me acerco para apreciar bien la delicadeza de las flores y descubro que ya están ahí, un par de abejitas andan enfrascadas en la recolecta de polen.

Definitivamente, aunque pequeños, son bastantes los indicios que me hacen pensar que la primavera ya está aquí. Por fin!!!!

1 comentario:

Lia dijo...

Wenas!! Me encanta leerte, transmites un gran amor por la naturaleza. Pues sí, ya está aquí la primavera ( y las alergias), todo parece más bonito y esperanzador cuando el paisaje es de vivos colores.
Saludos!!