Ya hemos pasado la nochebuena, afortunadamente, aunque todavía queda fin de año y reyes. Siento si a algún lamepilas le afectan mis palabras, pero cada vez estoy más harto de esta festividad en la que la hipocresía se adueña de la gente y en la que, por obligación hay que ser amable y atento con personas a las que el resto del año no les diriges ni la palabra. Esa ideología tan moralista es una burda farsa, lo que realmente le importa a la gente son las vacaciones, la paga extra y los regalos. Quisiera yo ver a todos los que presumen de espiritu navideño sin tener ninguno de estos alicientes. Y es que es verdad, la verdadera fiesta católica, cristiana o como narices se le llame (nunca se me ha dado bien ponerle adjetivos a la fe) es una fiesta familiar, sin aspavientos de consumismo exagerado, regalos ostentosos o comilonas de costosa digestión. En estos días deberíamos reunirnos con los seres queridos y estos a menudo, no son la familia, si no los amigos y compañeros del viaje vital. ...