La artista de la luz
Cuando la conoció fue como si el tiempo volviera a empezar a contar, como si amaneciera de nuevo con una luz renovada y purificadora. Estaba llena de energía y su juventud rebosaba alegría y entusiasmo por todos los poros, justo lo que a él le faltaba en aquellos momentos de su vida. Sonreía, y lo hacía todo el tiempo, mostrando un pequeño diastema entre sus dos incisivos superiores que a él le parecía muy sexy. Ana era estudiante de bellas artes y como tal llevaba siempre consigo algo con lo que dibujar. De repente se quedaba mirando a alguien de forma analítica, fruncía el ceño tratando concentrarse y comprobaba cual era la mejor perspectiva, cuáles eran los músculos que trabajaban en cada gesto de la cara del individuo analizado. Medía proporciones utilizando el lápiz que llevaba en el bolso y esbozaba un primer boceto del modelo improvisado que, a menudo, no se daba cuenta de que lo estaba siendo. Cuando tocaba trabajar en las labores de campo era cuando resplandecí...