Encanto granadino
Resulta que volví, como había prometido regresé a la ciudad de la que hace unos años me enamoré profundamente. Sin embargo no cumplí mi promesa del todo. Había prometido volver y devolverle a aquellos edificios encalados cuyos muros guardan tantas bellas historias el amor que me profesaron cuando los visité, y la única manera que se me ocurrió en aquel momento, fue prometer volver enamorado, para que las calles empedradas y el silencioso río Darro absorvieran parte de ese amor que manaría de mí como el agua en las fuentes del Generalife. No cumplí esta última parte de mi promesa porque viajé con mi familia a la hermosa ciudad de Granada (como muchos ya habréis deducido) La festividad de San José y la emigración de mi hermana a tierras andaluzas muy próximas a la capital del antiguo reino nazarí fueron la excusa perfecta para líar a mis padres y revisitarla de nuevo. Es obvio que la perspectiva cambiaba al ir acompañado de la parentela, pero se me antojaba, cuando menos una visita curio...