En la guerra y en el amor
Aquella mañana, en la llanura de Zama, estaba a punto de libarse una de las batallas más épicas y memorables de la historia. Cayo Valerio, un tribuno a las órdenes de Publio Cornelio Escipión, procónsul de roma, se sitúo al frente de los legionarios a su mando y observó la imponente estampa de los ejércitos púnicos comandados por el gran Aníbal Barca. El general cartaginés otrora azote de Roma tenía que defenderse en su propio territorio de la invasión de aquellas malditas legiones y para ello había reunido a la flor y la nata de los soldados y mercenarios provenientes de las más diversas comarcas africanas, galas e íberas además de ochenta elefantes listos para entrar en combate. Cayo Valerio tragó saliva al sentir bajo sus pies el temblor de tierra que indicaba que los paquidermos habían iniciado la carga contra sus legionarios y se volvió hacia ellos para observar con cierta desazón que, asustados por su temible presencia, retrocedían mostrando el espanto máximo en sus rostro...