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Mostrando entradas de 2014

Un domingo cualquiera

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Los rayos de luz de una mañana ya bien avanzada se cuelan entre los huecos de una persiana mal cerrada. A su paso las partículas de polvo en suspensión se hacen visibles como minúsculos elementos de una ensoñación. Huele a sudor, a alcohol y tabaco, también a derrota y fracaso. Hace calor en la habitación y una sensación de ahogo le despierta. Siente la lengua tan seca que parece estar pegada al paladar. De igual forma, las sábanas lo están a su cuerpo. No escucha nada ya que sus oídos están demasiado ocupados con un estridente pitido que enmascara cualquier otro sonido. Las sienes le palpitan fuerte y cada latido llega acompañado de una punzada de dolor que se extiende hasta la nuca y baja por la espalda. Jaime se incorpora y el dolor se agudiza. Los pies le arden, están hinchados y rojos. Nota las marcas de las arrugas de la ropa de cama en el hombro derecho. Por fin se pone en pie y un temblor repentino de piernas le hace dudar si volver a dejarse caer en la cama, pero la ...

Imilce

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Provengo de una estirpe de guerreros africanos, un linaje que remonta muchos siglos atrás. Soy el general en jefe de estas tropas que han de conquistar esta tierra y todas aquellas existentes en el mundo conocido, por Baal, Tanit y todos los dioses cartagineses. Soy Aníbal Barca. Así me presenté ante todos los habitantes de aquel asentamiento hispano llamado Cástulo, y en particular ante aquella mujer íbera que decía ser princesa de su tierra. Ella sonrío y la estancia pareció iluminarse de la misma manera que la luna llena ilumina las noches oscuras. Me miró y se acercó para decirme que se llamaba Imilce, se reclinó ante mí sin dejar de observarme y yo, procurando disimular el temblor de piernas que se había iniciado en el mismo momento en que fijó sus ojos en mi, le devolví un gesto de asentimiento y se retiró a su posición inicial. Después de hablar con mis generales propuse cambiar de estancia a una menos formal con el fin de asentar lazos de paz con aquellas gentes y comer y...

Soleciendo

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Soleciendo, que palabra tan bonita!! Sí, está inventada por una niña de cinco años, pero todos sabemos lo que trata de expresar. No conoce la palabra con la que se nombra al sol cuando sale por las mañanas y se le ha ocurrido algo tan poético y hermoso que supera a la original. Y algo así es lo que me ha ocurrido a mí en el último año y especialmente en el último mes. Llevaba un tiempo sumido en la oscuridad vital del que no quiere ni tiene ganas de hacer nada, del que sólo espera un cambio sin buscarlo, del que se regocija en su propia mierda pudriéndose por dentro de dolor y amargura. Me había embarcado en proyectos y actividades varias que no me llenaban y que lo único que conseguían era, en el mejor de los casos, distraerme de mi autodestructiva afición. Sin embargo en esas actividades había personas, compañeros de trabajo que compartían la desdicha de estar medio desterrados en un pueblo remoto de la provincia de Ávila en el que el único salvoconducto para no morirte del asc...

La mejor versión

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Existen versiones para todo: la versión remasterizada del disco del disco de los Beatles, la versión extendida de El señor de los anillos, la versión adaptada para niños de El Quijote, y mil más. En algunos casos puede ser debido a una falta de ideas por parte de quien la perpetra, mientras que en otros quizá sea un egocentrismo exhacerbado el que lleve al intento de superar a los ídolos. Intentos que por otra parte, y en la mayoría de los casos, bajo mi humilde punto de vista, se quedan en eso, en vanos intentos de mejorar algo que ya era bueno de por sí. hay que tener en cuenta que en una buena obra prima la originalidad, la capacidad de sorprender al ser el primero en publicar una novela con un estilo particular o tocar unos acordes musicales hasta ahora jamás escuchados en la historia. Cabe pensar además que la enorme globalización de la cultura hace que esté ya todo inventado en le mundo de las artes y nada más lejano de la realidad. Hay quien con muy buen criterio rompe mold...

En la guerra y en el amor

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Aquella mañana, en la llanura de Zama, estaba a punto de libarse una de las batallas más épicas y memorables de la historia. Cayo Valerio, un tribuno a las órdenes de Publio Cornelio Escipión, procónsul de roma, se sitúo al frente de los legionarios a su mando y observó la imponente estampa de los ejércitos púnicos comandados por el gran Aníbal Barca. El general cartaginés otrora azote de Roma tenía que defenderse en su propio territorio de la invasión de aquellas malditas legiones y para ello había reunido a la flor y la nata de los soldados y mercenarios provenientes de las más diversas comarcas africanas, galas e íberas además de ochenta elefantes listos para entrar en combate. Cayo Valerio tragó saliva al sentir bajo sus pies el temblor de tierra que indicaba que los paquidermos habían iniciado la carga contra sus legionarios y se volvió hacia ellos para observar con cierta desazón que, asustados por su temible presencia, retrocedían mostrando el espanto máximo en sus rostro...