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Mostrando entradas de febrero, 2013

Desorientado

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Hay personas que para pensar tienen que escribir. Tal era el caso de Adam. Hecho que le suponía al tiempo un privilegio y una invalidez. Mientras tenía las manos quietas, la mente bogaba incapaz de domeñar las ideas o de elaborar un razonamiento. Tenía que empezar a escribir para poner en orden los pensamientos. Reflexionar era para él una actividad manual. Tenía, como quien dice, las neuronas en la yema de los dedos. Afortunadamente para él, eran unos dedos versátiles. Pasaban como quien no quiere la cosa de la pluma al teclado, de la hoja a la pantalla. Y por eso llevaba, siempre en el bolsillo una libreta gruesa de tapa flexible y, en la cartera de profesor, un ordenador portátil. Según el entorno en el que se hallase y lo que pensara escribir, abría aquella o este.  Ese día, al inicio del viaje, eligió la libreta. La sacó, buscó la primera hoja blanca; luego esperó a que se apagase el piloto para abrir la mesita. Algunos ilusos pensaréis que estos cuatro párraf...