La tormenta
Llueve, y esta vez lo hace con violencia. Los goterones golpean con tanta fuerza las tejas y el vidrio del tragaluz que me sacan del profundo sueño en el que, al fin, había caído. Son las tres de la madrugada y a penas llevo acostado un par de horas. Resignado me levanto de la cama y justo antes de contactar con el interruptor un relámpago ilumina la habitación. El fogonazo ha sido potente, pero prácticamente al instante el ruido producido por el trueno hace vibrar los cristales de la habitación. La tormenta está justo encima de la ciudad, así que esto va para rato. No entiendo como semejante estruendo no me ha despertado antes, aunque, quizá fuera uno de esos estallidos sonoros el que me soltó del suave abrazo de Morfeo. La incensante lluvia se habría encargado entonces de rematar la faena desvelándome por completo. En cualquier caso me he despertado y el dulce remanso de paz en el que me hallaba sumido se ha esfumado del todo. No es que estuviera teniendo una visión id...